28 de junio de 1969, un grupo de policías irrumpe en un bar de ambiente de Nueva York, el Stone Wall. Es una redada, pero con la excusa del control de bebidas alcohólicas se pone de manifiesto la represión hacia las personas que allí ejercían una opción sexual fuera de lo habitual en aquel momento. En ese mismo instante sonaba la voz de Judy Garland cantando Over the Rainbow (de ahí la bandera y sus colores), a quien estaban homenajeando por su reciente muerte. Pero esta vez las voces que trataban de reprimir no callaron, gritaron y pelearon más que nunca y así comenzó una batalla campal. Tres días después, tras varios enfrentamientos, acaba la guerra con varios heridos, algún muerto y más de un detenido.
Así comenzó el origen del día de ‘El Orgullo Gay’, nacieron las ganas de dejar de condenar a personas que elegían una opción sexual «diferente», empezó a darse visibilidad a un colectivo que necesitaba voz y voto porque además, eran muchos. Escuchamos hoy en día a mucha gente decir que ya no entienden la función de este día, que ya no es necesario porque ya no pasa nada, que el colectivo LGTB ya no sufre discriminación. ¿Seguro?

¿Tienen los mismos derechos? ¿Entonces por qué los homosexuales o trans no tienen las mismas opciones a la hora de casarse o adoptar? ¿Por qué aumentan las agresiones homófobas ? No hace falta recordar los graves y tristes acontecimientos ocurridos en Orlando hace poco, puedes cruzar la esquina y cruzarte con el mismo tipo de incidentes en medio del barrio de Tetuán, como ocurrió esta misma semana en Madrid. Si realmente no pasa nada, ¿por qué sigue generando morbo ver a dos chicas besándose? ¿Por qué cuando un tío no tiene pelotas se le sigue llamando maricón? ¿Por qué se llama marica a modo de insulto? ¿Por qué en determinado tipo de círculos o profesiones parece que todo lo que no sea hetero se lo ha tragado la tierra? ¿Por qué sigue escuchándose que los bisexuales son unos viciosos? ¿Por qué nacen miradas extrañadas o incluso despectivas al ver un transexual?
Si realmente no nos importa y somos todos iguales, ¿por qué seguimos necesitando clasificarnos en base a nuestra orientación sexual? ¿Es sólo cuestión de saber «con quién puedes ligar» o bajo los ojos de la mayoría siendo imprescindible «clasificar«?

Es curioso además cómo tendemos a pensar que la orientación sexual es estática, polarizada -o estás en esta acera o estás en la otra- pero la realidad y los estudios como los de Kinsey nos cuentan una historia diferente, la colocan en un continuo dinámico, sujeto a cambios según el momento del ciclo vital. Nos explican que es como la calle, que te puedes mover de un lado a otro y que a veces estás en el medio de la carretera porque necesitas cruzar o porque simplemente te apetece estar ahí sin más. Que no siempre es blanco o negro. Que igual no te gustaba el pimiento pero en 10 años te puede gustar.
Nacen nuevas formas de representar el amor -o el sexo- donde se rompen los estándares, pero nadie, más que uno mismo, tiene derecho a juzgar. Surgen maneras que rompen con lo habitual a la hora de concebir el interés erótico, emocional o sexual, como la pansexualidad, donde se abre el abanico aún más aún que en la bisexualidad porque dejas de ver cuerpos para empezar a mirar lo que hay dentro, la atracción sexual deja de estar marcada por el físico o la apariencia, ya que lo que define y estimula el interés por el otro no es el cuerpo ni el género, sino la persona que se esconde detrás, sea lesbiana, intergénero o heterosexual.
Por todo esto y más sigue siendo necesario visibilizar este día. Para acabar con barreras y prejuicios. Porque hasta el día en el que dejemos de escuchar a alguien decir ‘maricón de mierda’, hasta el día en el que deje de ser neceario salir del armario, o dar explicaciones de qué me gusta y por qué, hasta ese momento, seguirá siendo necesario la celebración de «El Orgullo Gay».
No nos importa tu sexo, tu género o tu orientación sexual, no importas tú, nos importan las personas. Y hoy, en la redacción de Malatinta, nos sentimos «más orgullosos que nunca».

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