“Realmente deprimente, soso y muy aburrido”. Estas han sido las palabras de The Guardian al calificar la nueva y gigantesca obra del artista de la intervención urbana conocido como Banksy. Dismaland, que así se llama el parque (por llamarlo de alguna forma) se encuentra en un pequeño pueblecito de Reino Unido, y algo nos dice que en The Guardian no deben andar muy desencaminados con su definición, pues la propia leyenda que reza bajo el cartel de Dismaland no es otra que “Bemusement Park” (“Parque desconcertante”). Banksy lo deja claro desde la entrada: su universo no iba a cambiar ni una pizca por trasladarse esta vez a un parque de atracciones.
En propias palabras del autor, Dismaland es una nueva forma de provocación, una obra de denuncia donde mantener, cómo no, las claves de su trabajo pero trasladadas a un nuevo y más amplio formato. Dismaland, señalaría así, la mercantilización del arte popular, el capitalismo, la banca, la autoridad, el maltrado y la reivindicación de lugares abandonados (se asienta en un antiguo centro de ocio de una ciudad costera venida a menos). Los visitantes del anti-parque por excelencia, además de disfrutar de un día a tope de crítica social, podrán disfrutar de un total de 68 obras de arte (10 del propio Banksy y 58 de otros artistas del mundo como Damien Hirst o Jenny Holzer).
Peculiar tanto en su puesta en escena como en el trato de sus trabajadores, Dismaland ofrece a los visitantes (¡y por el módico precio de 4 euros!) una experiencia de lo más originalmente deprimente: la realidad de Dismaland es que el mítico castillo de parque Disney aquí se cae a cachos o que algunas de las Princesas Disney aparecen desfiguradas o yacen en el suelo más muertas que vivas mientras son fotografiadas por paparazzis.
Ya desde la misma entrada, los asistentes son sometidos a un exhaustivo control de seguridad más propio del aeropuerto más exigente del planeta, y una vez dentro del parque, los deprimentes empleados se encargan de repartir globos con el prometedor mensaje de “soy un imbécil” mientras una grabración escuchada por megafonía se encarga de repetir que “la vida no es un cuento de hadas”. No es la primera vez que Banksy arremete contra Disney y toda su ideología. En el año 2005 la atracción Thunder Mountain de Disneyland se vio ligeramente redecorada por un maniquí vestido con un peto naranja; en 2011 los personajes de El Libro de la Selva fueron recreados siendo ejecutados en una pintura del artista para Greenpeace… No es que Banksy la tenga tomada con Walt Disney.
Se prohíben estrictamente pinturas en aerosol, rotuladores, cuchillos y representantes legales de la Corporación Walt Disney.
O quizá sí.
Hay mucho de anti Disney en Dismaland, pero allí también está representado hasta el último ápice de la crítica social que lleva planteando Banksy desde sus inicios, empezando por el juego de “atrapa tu patito” aquí transformado en balsas que en lugar de patitos transportan inmigrantes en busca de un puerto que les acoja, mientras su balsa esquiva los cadáveres de los subsaharianos ya ahogados en el intento. Que por originalidad no quede, ni siquiera en los perritos calientes. Y es que Banksy es claro hasta para eso: perritos calientes gratis para cualquier visitante que adivine de qué animal están hechas las salchichas. Que para engañarnos ya está McDonald’s, pensará Banksy…
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