A lo largo del tiempo hemos visto que es casi posible vivir en cualquier edificio previamente construido, aunque su función primigenia no haya sido destinada a vivienda. Desde cuevas, pasando por contenedores, casas de campo, graneros, cobertizos, naves industriales, locales… todos y cada uno de ellos han podido ser habilitados y transformados para darle un nuevo uso. Y cómo no. ¿Cómo no se nos había ocurrido que un antiguo molino de viento se podía habilitar para ser vivienda? Pues en Polonia lo han hecho. Los artífices han sido Michal Kucharski, Tomasz Padlo y el estudio o4 Architekci.


La campiña polaca es rica en este tipo de construcciones. Como en nuestro paisaje manchego, los molinos se distribuyen por toda la geografía, aunque muchos hayan desaparecido en la actualidad. El verdadero reto de Michal Kucharski, Tomasz Padlo y estudio o4 Architekci fue distribuir de una forma proporcionada y práctica los 6,5 por 6,5 metros de espacio en todas las estancias necesarias para satisfacer las necesidades del cliente. Para ello, el edificio se dividió en tres plantas: la baja para los espacios comunes como la cocina y el salón. La primera y segunda albergan los dormitorios y el baño. Pero, además, se ha habilitado un garaje subterráneo, construyendo un sótano de hormigón, que sirve de desahogo para el coche, un aseo y un salón que se abre al exterior en el verano.


El exterior del edificio conserva su estructura en madera así como las aspas del molino que lo albergaba. Se ha optado por usar el cristal como elemento principal para proporcionar luz al interior y hacer menos abrupta la transición entre la madera antigua y los materiales más modernos. Lo que más destaca es la parte posterior de la vivienda, donde se abren amplias cristaleras en el ático, la planta baja y el sótano. Ellas son las protagonistas en la búsqueda del paisaje, del sol, del calor, de la nieve y del frío, intercambiándose a lo largo del año y las estaciones. También el tejado, que sobresale por la parte posterior, para dar cobertura y sombra a esta zona, es uno de los elementos más llamativos de la construcción.


El proyecto resulta así un ingenio de la construcción, que transforma un espacio previo en una vivienda completa para ser habitada. El molino se convierte en un lugar ideal para disfrutar del campo y del paisaje, donde la campiña polaca se tiñe de colores según el pasar de las estaciones. Un espacio perfectamente adecuado a las necesidades del día a día, donde se conserva el pasado autóctono de la región y se prefigura un nuevo presente con vistas al ocio y el descanso.
Fotografía Rafal Chojnacki.
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