¿Vivimos en un mundo en el que el consumo es la base de nuestro día a día?¿Los medios de comunicación nos hacen cambiar nuestra percepción de la realidad?¿Disfrutamos de nuestro libre albedrío?, puede ser que nunca te hayas preguntado: ¿por qué hacemos lo que hacemos?. En un mundo en el que la base de nuestra economía se sustenta en un consumismo voraz, el ser humano se convierte en un ser dependiente de una realidad maquillada por las grandes figuras del consumo.
Tan sólo en las últimas cuatro décadas el consumo de alimentos en el planeta ha aumentado un 15 %, mientras casi mil millones de personas siguen sufriendo las consecuencias de la escasez de alimentos. Un planeta desigual que a fecha de hoy alcanza un total de 7.324.782 millones de habitantes y que, según declaraba Francisco García Novo, catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla y miembro de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Real Academia de Ciencias, para elpais.com «si no te toman medidas urgentes, la previsión es que llegue, en el mejor escenario, a los 9.500 millones en 2050«. «Aunque nos parezca que 2050 está lejísimos, nos queremos adelantar a los acontecimientos e intentar que la voz de los científicos sea oída. Este crecimiento se dará principalmente en los países subdesarrollados y podemos llegar a una población de 11.000 millones de habitantes. Esto, lógicamente, no es positivo si se tiene en cuenta que esos países no están preparados para resolver sus problemas actuales y que con más población estos problemas no harán más que agravarse», comentaba García Novo. Además de consecuencias como el daño sobre el equilibrio ecológico en su totalidad, el impacto a nivel personal o patologías derivadas del propio consumo.
Preocupado por un mundo que se ve destinado al fracaso, el artista Mitch Griffiths aborda estos temas de una manera audaz e inflexible, gracias a su espectacular obra hiperrealista que nos muestra la existencia del ser humano a través de su particular disección del siglo XXI. Figuras que reflejan temas como la culpa, el éxito o la fama y que se enfrentan ante una sociedad empapada por los medios de comunicación y consumida por el propio consumismo.
‘Iconostasis‘, ‘The Promised Land‘ o ‘ Reality‘ son sus principales series pictóricas a través de las que Griffiths explora diferentes arquetipos. Una técnica que de pintura al óleo que nos obliga a recordar a grandes figuras del arte como Goya, Velázquez o Rembrandt, cuyo manejo de los óleos y aceites recreaban espectaculares instantáneas de la época. Una obra en la que centrada en abordar cuestiones de identidad e inclusión, la obsolescencia y el conflicto. Un pintor virtuoso que a través del claroscuro tradicional y la utilización de una única fuente de luz consigue transportar al espectador a su realidad, «pero no es lo que estoy tratando de lograr. Estoy tratando de hacer que el espectador entrar en mi realidad «, declara Griffiths.
«¿Y qué si las grandes marcas no les gusta la manera en que he usado su imagen?. Tienen que entender que sus marcas y logotipos son los iconos de nuestro tiempo y que, como artista, si voy a representar realmente lo que considero que son los mayores problemas que enfrenta nuestra sociedad hoy en día, entonces es natural que estos productos y su relacionada identidad de marca entre en juego en mi trabajo. Si yo fuera el anfitrión de un debate sobre los efectos de la televisión, entonces no tendría ningún reparo en hablar de Gran Hermano o del embrutecimiento de los efectos que provocan en la sociedad algunos programas de televisión. El hecho, es que soy un artista y me ocupo de que el espectador se sienta reconocido para así, conseguir mi mensaje.»
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