Cuando Charles Pearson propuso que el tráfico ferrovial subterráneo sería una gran apuesta para mejorar la comunicación de la ciudad de Londres nunca pensó que su dimensión y su utilización fueran tan cotidianas en el futuro. En la actualidad, toda gran ciudad cuenta con una red de metropolitano que permite un rápido transporte de pasajeros a cualquier punto de la misma. Ese gran entramado ferroviario se fue ampliando a lo largo de los años y adaptándose  a las nuevas necesidades de las ciudades en continuo crecimiento. Los primeros tramos que se crearon cubrían trayectos mínimos de varias estaciones. La mayoría de ellos surgieron durante la segunda mitad del siglo XIX y, según los cánones, la arquitectura del hierro fue la elegida para construir y decorar muchas de las estaciones, que sucumbirían a la llegada del Art Nouveau, con sus obras más naturalistas y sus filigranas decorativas que tienen un amplio apogeo en la primera línea del suburbano parisino y en la de la ciudad condal, entre otras.

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Muchas de esas estaciones han ido transformándose y cambiando con el paso de los años e incluso algunas de ellas han llegado a desaparecer del trazado del itinerario de metro actuales. La estación del metropolitano de Madrid cuenta con la estación fantasma de Chamberí que, después de la ampliación de la línea y la llegada de los nuevos trenes, mucho una mayor longitud que los iniciales, dieron al traste con su adaptación al no poderse realizar la extensión de su andén. Lo mismo ocurrió con muchas de las estaciones del primer trazado del metro de París, que quedaron abandonadas y sumidas en el olvido. Hasta que…

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Hasta que Manal Rachdi y su estudio Oxo Architects, junto con Nicolás Laisné, decidieron participar en el concurso convocado por la ministra de Ecología, Nathalie Kosciusko-Morizet, para volver a darle vida a las 16 estaciones de metropolitano olvidadas de la ciudad de las Luces. La necesidad de recuperar estos espacios se convirtió en el lema principal para los candidatos y, sin duda alguna, la propuesta realizada por este grupo fue de las más sensatas y prácticas, al otorgarles un uso diario y actual a los mismos transformándolos en lugares comunes pero, sobre todo, útiles: desde una piscina pasando por un gimnasio, un teatro, un cine, una sala de fiestas, una galería de arte, una sala de exposiciones, un jardín botánico… Mejorar la vida de las personas que viven en los distritos donde se hallan estas construcciones ha sido una idea que ha calado hondo entre los ciudadanos de París.

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Algo parecido se realizó con la High Line que atraviesa Manhattan, una línea ferroviaria abandonada de casi dos kilómetros de longitud que no tenía utilidad alguna desde el año 1980. Durante el año 2000, la organización Friends of the High Line convocó un concurso que ganó James Corner Field Operations y Diller Scofidio + Renfro y convirtió ese espacio olvidado en un hermoso jardín del que disfrutan actualmente los neoyorquinos.

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La remodelación está de moda y revivir espacios que han sido olvidados y abandonados es una práctica opción que muchos Ayuntamientos deberían de empezar a plantearse para recuperar verdaderos iconos pasados del arte de una ciudad.