La culminación del proceso de unificación del territorio de Al-Andalus tuvo como principal motivo frenar el avance y la influencia comercial y religiosa de la dinastía fatimí en el norte de África. Abd-al-Rahman III buscaba así dar continuidad a la dinastía omeya, que había conseguido la independencia de Damasco en el 750 durante el reinado de Abd-al-Rahman I, y con la unificación territorial se hacía más fuerte ante cualquier eventualidad que viniese del otro lado del Estrecho. Como era normal, al proclamarse primer califa de Córdoba en el año 929, Abd-al-Rahman III mandó acuñar moneda de oro y levantar una ciudad nueva para conmemorar esta nueva condición. La fundación de esa nueva ciudad se ubicó a unos pocos kilómetros de la capital cordobesa y fue bautizada con el nombre de Madinat-al-Zahra, Medina Azahara.
Esta “ciudad brillantísima”, como bien dice su traducción, se destinó a residencia palatina para la corte califal del siglo X hasta su destrucción en el siglo XI. En ella florecieron la cultura y las artes como nunca antes se hubiera visto en la Península, siendo el lugar de nacimiento del característico arte califal cordobés y de esplendor de las ciencias y las letras europeas. Con una extensión de 1.518 metros de largo y 745 de ancho, Medina Azahara se distribuye en tres terrazas a los pies del tramo cordobés de Sierra Morena, donde el refugio de sus suaves montes y la cercanía del río Guadalquivir así como de los arroyos serranos le dotaron de todo lo necesario para su construcción, abastecimiento y defensa.
Ha sido ese carácter único, con esa mezcla de influencias romanas, griegas, bizantinas y árabes, el pasaporte para que la UNESCO designara ayer mismo a Medina Azahara como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Ésta es la cuarta designación para la provincia de Córdoba, que cuenta con el casco histórico de la capital, la mezquita y la fiesta de los Patios Cordobeses como integrantes de este amplio listado de monumentos protegidos. Hay que destacar que España es el tercer país del mundo con más conjuntos monumentales que integran el Patrimonio de la Humanidad. Y esta designación es más que merecida.
Muchos arqueólogos defienden que el complejo de Medina Azahara está simplemente excavado en un 10% de su totalidad, quedando aún por profundizar en los estratos para indagar más aún en sus cimientos. Las labores de conservación del monumento son constantes, a pesar que muchos de sus materiales fueron reaprovechados en épocas posteriores para construir otros monumentos en Sevilla, el norte de África o incluso edificios cristianos cordobeses de época medieval. Y esa designación permite continuar con la labor de protección de la historia y la cultura de nuestro país para evitar desmanes como en siglos anteriores.
La UNESCO devuelve así el brillo a Medina Azahara, esa ciudad que consiguió iluminar durante años la cultura y las ciencias en una época convulsa, de luchas intestinas y peligros fronterizos, donde el esplendor intelectual era sinónimo de riqueza, opulencia y desarrollo. La ciudad brillantísima deslumbra ahora al visitante revelándole así la belleza que una vez la hizo sentir la joya de Al-Andalus.
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