Cuando la comida no sólo sabe bien sino que ‘hace el bien’ adquiere una nueva dimensión. La sencillez de las creaciones de Marion Luttenberger esconden no sólo un mensaje social sin también una densidad de matices bajo una impresionante simplicidad en la composición. El minimalismo que ofrece en sus obras esta fotógrafa y diseñadora austriaca esconde una incontenible pasión por la comida.

Con la colaboración de la directora de arte y diseñadora Briony Crane, esta artista ha elaborado una serie de trabajos para Goodforks. «Apoyamos un nuevo sistema alimentario sostenible para crear comunidades más ricas, sanas y felices», así reza el lema de esta compañía canadiense que busca, a través de las imágenes de esta artista, fomentar un mercado de alimentos de calidad que permita a los consumidores tomar mejores decisiones.

Uvas, sandías, plátanos… desafían la sostenibilidad de las leyes del mercado de alimentos a la vez que desafían la propias leyes de la gravedad en sus instantáneas. Según esta fotógrafa, estos trabajos fusionan cooperación, comida y mucho amor para centrar la atención en la autenticidad y la transparencia de los mercados: la buena comida puede hacer el bien además y ayudar a cambiar la viabilidad económica de las comunidades.

Sin embargo, no es la única serie de esta fotógrafa inspirada en el mundo culinario ya que son muchas las obras e infografías de esta artista que están inspiradas en la comida, tal y como puedes comprobar en su espacio de Behance.

Mientras su serie ‘Sugar Teeth’ focaliza la atención en el consumo de azúcar y cómo afecta a nuestra dentadura, sus trabajos bajo el título ‘We love food‘ homenajean desde la saturación de color y fuerte contraste de sus fotografías el mundo gastronómico.

También la tipografía experimental artesanal ‘alimenta’ a a vez nuestras papilas gustativas y nuestra vista gracias a las imágenes de su serie ‘Handcrafted Type‘ elaboradas con numerosos elementos relacionados con la comida. Medio y significado logran una conexión íntima en estas obras en las que la construcción de palabras adquiere una nueva capacidad: hacerse comestible.