La ciudad de Chicago se ha visto sorprendida por un torbellino decorativo que invade el pavimento urbano. Durante los últimos 5 años, el artista Jim Bachor ha creado una serie de 67 mosaicos que no dejan de sorprender a los viandantes de la ciudad de los gángsters. Cualquier lugar puede albergar una de estas increíbles obras, donde los temas populares son los más representados.
Los mosaicos son las piezas decorativas que más valor tuvieron en la Antigüedad durante siglos. Babilonia, Grecia, Creta, Roma… las grandes civilizaciones de la humanidad han utilizado el arte de las teselas de colores para embellecer paredes, suelos y techos de casas, palacios y villas de recreo. La variedad de temas que permite ser representado con estos pequeños cubos de vidrio, piedra o mármol unidos por yeso es infinita. Además, la facilidad y rapidez con la que permiten ser creados y la belleza que otorgan al lugar donde se colocaban les convertía en el modo decorativo más popular de aquellos tiempos. Solo hay que visitar alguna excavación arqueológica de época romana que los conserve para entender y reconocer su merecida popularidad.
Jim Bachor siempre se ha sentido admiración por este tipo de trabajos manuales. La paciencia, dedicación y perseverancia que conlleva la elaboración de estas piezas son algo digno de destacar. También la luz y el colorido con que impregnan aquel lugar donde son situados. Los temas que emplea Bachor para sus creaciones son escenas sencillas, que le permiten un mayor despliegue de color y calidad en sus obras. La cara de Donald Trump, una paloma, una rata, un ramo de flores… cualquiera de ellos resulta bello aun colocándose en el asfalto por donde transitan los automóviles.
Hay que destacar que a no todo el mundo le ha resultado estéticamente artístico este tipo de acciones. En la ciudad de Nueva York han sido retirados varios de sus trabajos del asfalto de Brooklyn y Manhattan, a petición del departamento de transportes. Algo impensable en la ciudad de los rascacielos. Debe ser que la cuna de la célebre Chicago School aprecia más el trabajo de artistas como JIm Bachor que la snob y cosmopolita Nueva York.
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