Érase una vez, un niño que soñaba con llenar lienzos con color. Se pasaba las horas pintando sobre la mesa de su habitación. No podía dejar de plasmar sobre los folios la cantidad de seres que imaginaba en su cabeza. Hasta que, una vez convertido en adulto, su sueño se hizo realidad…

Así, como un cuento de hadas, se puede dar comienzo a un artículo dedicado a uno de los ilustradores más conocido del momento. Nacido en Nueva York, Dan May estudió Bellas Artes en la Universidad de Siracusa y empezó a trabajar en su estudio como ilustrador. Ha realizado trabajos en diferentes países como Taiwán, Canadá, Bélgica, Italia, España, China, Australia, Estados Unidos… Sus obras se han expuesto en galerías de arte de América del Norte y Europa así como en museos de Virginia y California.

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¿Por qué llaman tanto la atención sus creaciones? Lo primero de todo es que plasma sobre el lienzo una serie de personajes que no pertenecen a este mundo. Son figuras atemporales, de gran tamaño, peludas que recuerdan monstruos. A su vez, transmiten calma y tranquilidad aunque con un cierto halo de tristeza, languidez y melancolía. Son seres amables, llenos de inocencia que transitan en soledad reflejando el amor hacia la vida y la naturaleza en cada una de sus escenas. La mayoría de las veces nos evaden de la realidad, rozando lo misterioso y lo surreal, trascendiendo por completo el espacio y el tiempo mientras los contemplamos.

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A esto habría que añadir que May es un gran narrador de historias. A través de un estilo original y bastante fluido es capaz de crear situaciones que nos evocan relatos infantiles cargados de anécdotas y enseñanzas escondidas entre sus pinceladas. El mundo de los sueños le sirve como excusa para mostrarnos el alma y los sentimientos más humanos. Sus criaturas evocan estados de ánimo con un profundo significado que el espectador percibe de forma inmediata. Ello es fruto de su evolución como artista y como persona. La emoción que causan estos seres se convierte así en la finalidad última para el autor.

Su interés por lo onírico y lo irreal es fruto de su admiración hacia grandes pintores como Salvador Dalí, Vermeer, Monet, Max Ernst, Caravaggio, Audubon… Pero también de otros muchos contemporáneos. Las redes sociales han permitido que las novedades lleguen con mayor facilidad y rapidez a todos los rincones del planeta. Por ello, las nuevas obras de arte se conocen casi al instante y las influencias y tendencias viajan con mayor fluidez.

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La fascinación que siente el artista por las líneas finas hace que utilice un elemento como es el cabello como una metáfora en sus obras. Esas líneas finas que lo conforman le han dado juego para representar desde los aspectos cotidianos de la vida diaria hasta los detalles que se ocultan en el subconsciente más profundo, pero que de alguna forma están conectados entre sí como un todo.

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El resultado salta a la vista. Seres de enorme ternura, que trasmiten la naturaleza humana en forma de emociones, serenos, que nos trasportan a un mundo irreal para mostrarnos que todos tienen su corazoncito a pesar de las apariencias.