En el pasado, los artistas eran considerados como meros decoradores al servicio de los grandes señores y poderosos contemporáneos. Desde muy jóvenes entraban a trabajar en talleres profesionales de artesanos donde aprendían las recetas, el uso de los instrumentos, las características de los materiales, las destrezas del dibujo, anatomía, botánica, matemáticas…. así como todo tipo de conocimiento amplio y preciso para poder convertirse en un gran artista de su tiempo. Había rivalidad entre los talleres para ver quien realizaba los mejores encargos de la ciudad y conseguía los mejores contratos. Se organizaban en torno a un sistema gremial para protegerse, regularse y controlarse. Todo y cada uno de sus movimientos estaba medido en los contratos que firmaban para la realización de los encargos. No es de extrañar que algo de todo ese complejo sistema aún siga vivo aunque actualizado a las normas y usos del siglo XXI.

El arte tiene un fin económico, como toda relación laboral, aunque el comercio del arte puede llegar a ser un mercado bastante interesante en cuanto a precios y movimientos económicos. Tal es así que el famoso cuadro de Edvard Munch, El grito, alcanzaba la escalofriante cifra de casi 120 millones de dólares en una subasta del año 2012. ¿Quieren conocer algunas de las obras del top ten del mundo pictórico? Agárrense la cartera, las tarjetas de crédito y los talonarios, que ahí vamos.

Allá por el año 1876, el pintor impresionista francés Pierre Auguste Renoir realizó una de las mejores representaciones de la sociedad parisina de finales del XIX. Con el título de Baile en el Moulin de la Galette, se recogía una de las escenas típicas que acontecían cada domingo y festivo en aquel lugar donde el baile, las conversaciones y los encuentros con los amigos confluían en una tarde soleada a la sombra de los árboles. En pleno corazón de Montmartre se encontraba situado este mítico escenario que, con el paso del tiempo, ha ido transformándose. Lo que era un terreno de viñedos, pastos y trigales terminó fundiéndose y anexionándose con la capital francesa pasando a convertirse en uno de los lugares de baile y encuentro más famoso y bohemio de finales del XIX. Las vistas del lugar eran reconocidas en el horizonte gracias a dos molinos que fueron los supervivientes de esa tradición campestre, de los cuales sólo uno ha llegado hasta nuestros días. Esos tiempos han pasado a la posteridad pero han quedado impresos gracias a la obra de este maestro de la pintura francesa. Actualmente se encuentra en el Museo de Orsay, pero llegó a alcanzar la cifra de 78,1 millones de dólares en subasta, allá por los años noventa. Actualmente se valora en 141 millones de dólares.

El encuentro entre Paul Gachet y Vicent Van Gogh fue de esos en los que se estrechó una bonita amistad, basada en una visión y una pasión común por la pintura y el arte. El doctor Gachet, un psiquiatra de Auvers-sur-Oise al que acudía el célebre pintor para tratarse de sus problemas mentales, tenía una intensa vocación artística y llegó a proteger y avalar a artistas como Cézanne o Pisarro. Van Gogh se sintió muy comprendido y querido por este médico al que obsequió con un original retrato en agradecimiento por su tratamiento y dedicación.  Y este Retrato del Dr.Gachet se ha convertido en una de las obras más conocidas y más caras que se han llegado a comprar, ascendiendo a los 82,5 millones de dólares, con un valor actual estimado de 149,5 millones de dólares.

La relación de Picasso con la ciudad y el ambiente parisino de principios del XX marcaría un antes y un después en su obra. En 1903 se instaló en el barrio de Montmartre y la influencia del cabaret Lapin Agile y del Circo Medrano dan un giro a su temática y su paleta se vuelve más cálida y pastel. De esa época rosa llega un retrato titulado Muchacho con pipa, una obra de cuyo protagonista se conoce muy poco pero que ilustra perfectamente el mundo del teatro y la farándula que se vivía en el famoso barrio parisino. El cuadro llegó a venderse por la cifra de 104 millones de dólares en el año 2004.

La considerada como la obra cumbre del pintor austriaco Gustav Klimt mezcla la influencia de los dorados tomada de los icono bizantinos, la impronta de la estampa japonesa tan de moda a principios del XX en los espacios y los modelos. El Retrato de Adele Bloch-Bauer es fruto de un pormenorizado estudio, con diferentes bocetos a lo largo de tres arduos años de trabajo que culminaron en 1907 con el cuadro definitivo. La rica heredera del banquero autriaco Moriz Bauer y esposa del magnate de la industria Ferdinad Bloch contaba así con su propio retrato, obra de uno de los mejores artistas del panorama cultural del momento. Y esa percepción es la que tienen muchos coleccionistas que son capaces de pujar hasta los 135 millones de dólares por esta deslumbrante obra.

La obra más conocida del pintor anglo-irlandés Francis Bacon fue un tríptico con el que homenajeaba a su amigo Lucian Freud. Tres estudios de Lucian Freud fue el título con el que se designó a esta obra donde recoge la complejidad interior de su compañero de pinceles y rival entre bastidores a través de la distorsión de las formas. En los últimos años, la obra de este artista ha ido consolidándose en las subastas y esta obra en cuestión llegó a los 142 millones de dólares en la subasta del pasado 2013.