Después de una gran tormenta todo el mundo se preguntaba por qué el pequeño y enclenque junco pudo sobrevivir mientras el tronco del árbol más robusto se partió en dos como si nada. El junco aprendió a doblarse, a ser flexible. Aprendió a aprovechar todas sus capacidades y estrategias para, incluso después del vendabal, salir ileso después de la tormenta y poder apreciar el sol.

¿Qué hubiera pasado si a cada soplo de viento le gritaran al juncoo que no lo iba a lograr? «No eres capaz», «Siempre lo haces mal», «Eso no se te da bien», ‘Te vas a partir, no lo vas a conseguir», «Eres demasiado blando», «No tienes habilidad suficiente», y así un suma y sigue de corrosivas palabras que acaban rasgando hasta la voluntad más increbrantable, un torrente de críticas negativas que acabarán inundando tu cabeza en los momentos de estrés o crisis emocional: cuando te sientas vulnerable, cuando cometas un error, cuando tengas que dar un speech en tu trabajo, cuando juegues con tu equipo un torneo, cuando tengas que abordar un nuevo reto.

Ni eres un junco, ni esto es una peli americana y tú un negro del Bronx al que la profesora va a salvar de la delincuencia. Pero ese junco aprendió el valor de una palabra, ¿te suena el término resiliencia? Podría resumirse con una frase de Nietzsche que dice algo como «lo que no me mata, me hace más fuerte». La capacidad de sobreponerse a situaciones adversas o tiempos de dolor a base de centrarnos en nuestras capacidades y no sólo en las debilidades, y uno de los factores que la condicionan es precisamente el lenguaje.

No hablamos de ciencia ficción cuando decimos que el lenguaje crea la realidad, problablemente nunca voy a medir 1.90 ni tener las piernas de Naomi Campbell por muchas veces que lo repita, pero si constantemente hablo de lo malo, de lo que no me gusta acerca de la relación con mi padre, hermano o pareja, acabaré construyendo una dinámica que no me gusta. Mi propio lenguaje retroalimenta la emoción, cuando me vaya a la cama y piense en esa persona, acabaré asociándolo a emociones negativas porque no paro de fijarme en lo negativo. ¿Soy capaz de rescatar o crear momentos positivos? Porque si no, ¿qué sentido tiene mantener esa relación? Así que si mi intención es seguir relacionándome con esas personas, mejor hacerlo desde la construcción.

¿Sigues sin creer en el poder de las palabras a la hora de modificar la realidad? Pues cobra especial importancia cuando somos niños, mira esto:

No consiste tampoco en contarse mentiras y autoengañarnos constantemente para fingir una realidad y una felicidad que no sentimos, pero sí se trata de ser más gentiles con las palabras: con nosotros mismos y con los demás. Si vas a quejarte sobre algo, al menos aporta nuevas soluciones, quedarse únicamente en la crítica no sólo no ayuda sino que entorpece.

El poder de las palabras. Las usamos con frecuencia para describir el mundo que nos rodea, pero se nos olvida con la misma facilidad que el lenguaje es tan capaz de hacerte sonreír como naufragar.

El lenguaje genera identidades, relaciones, compromisos y posibilidades, pero también las quita. Nuestra identidad se conforma a través de lo que decimos sobre nosotros mismos y lo que dicen los demás, pero también somos la forma en la que lo contamos y aquello que no decimos. Todo ello hará que nos posicionaremos ante el mundo de una forma u otra.

Si cada mañana cuando me miro al espejo pienso «vaya mierda de día, odio mi trabajo, mi vida es una mierda», saldrás de casa con una actitud poco receptiva ante la vida lo que además te dificultará cambiar las cosas que no te gustan. Todo el mundo tiene derecho a tener una actitud de mierda, no tienes que ser la entusiasta Phoebe de Friends 7 días a la semana 24horas al día, pero si piensas siempre en oscuridad acabarás sumida en ella: tu propia actitud boicoteará cualquier intento de encontrar el interruptor de la bombilla.

La forma en la que hablamos de nosotros mismos, de los demás y de nuestros entorno tiene la posibilidad de crear futuros y mundos diferentes. Si hablas tan mal de ti acabarás permitiendo que otros lo hagan porque entrará dentro de la normalidad.

No eres perfecto, ni tienes que serlo. Eres quien eres y seguramente las personas de tu alrededor están ahí precisamente por eso.

Escuchar opiniones enriquece, escuchar sentencias empequeñece. No permitas que los demás decidan cómo eres porque nadie tiene más decisión sobre tu vida que tú mismo. Tantas veces te contaron quién eres, que acabaste creyéndotelo…

Cuando te asalten las inseguridades recuerda esto y no dudes de ti, que de eso ya se encargarán otras personas. Ya lo dice Kate Winslet en este discurso, aplicable no sólo a mujeres.