San Juan de Luz, Saint-Jean-de-Luz en francés, o Donibane Lohizune en euskera, es de estos sitios que solo al mencionarlos, casi todo el mundo, o bien ha estado, o ha escuchado hablar de ellos y quiere conocer. Es, con toda seguridad, uno de los pueblos favoritos en la costa vasca francesa.

El escenario natural de la villa es espectacular: en el corazón de una amplia bahía con forma de media luna, a orillas del mar Cantábrico, al fondo del golfo de Vizcaya, y custodiada por la montaña. Forma parte de la costa vasca francesa, al suroeste de Francia y dentro de la gran región Nueva Aquitania, y a veinte minutos de Biarritz. San Juan de Luz es una de las joyas del litoral bañado por el Océano Atlántico, de unos 40 kilómetros.

Los tesoros naturales, presididos por la «Grande plage», los fascinantes hitos históricos, las tiendas de marcas centenarias, los balnearios y la potente gastronomía local dan a la villa una personalidad atractiva durante todo el año.
En el siglo XVII San Juan de Luz era uno de los puertos pesqueros más importantes de Francia. Todavía hoy pequeñas embarcaciones de pesca artesanal ocupan el puerto pesquero. Una de las imágenes más instagrameables de la villa vasca es precisamente el puerto y de fondo, La Maison Joanoenia. Inspirada por los palacios de Venecia, su fachada está cubierta de ladrillos rosados y piedras doradas.

Luego, los pescadores se convirtieron en corsarios y San Juan de Luz, en su principal base de operaciones. ¡Ojo, no confundan piratas y corsarios!, advierten los locales. Los piratas son ladrones sedientos de sangre que saquean los barcos enemigos. Los corsarios son ladrones sedientos de sangre que saquean los barcos enemigos… por orden del rey.
El momento histórico más importante fue la boda de Luis XIV con María Teresa de Austria, infanta de España, el 9 de junio de 1660. De hecho, la alianza fue un tratado de paz que puso fin a una guerra entre España y Francia.

Según la leyenda, durante los festejos, muchos sucumbieron a la delicadeza de los macarons de Monsieur Adam. Hoy en día, Maison Adam es quizás el punto gourmet más icónico de San Juan de Luz, tanto por su historia como por la calidad de sus productos que incluyen el pastel vasco, chocolates y por supuesto, los míticos macarons. En la actualidad, Andoni y Miguel Telleria-Adam prosiguen el desarrollo de la empresa heredada de su padre Jean-Pierre.


Las calles peatonales, la más famosa es Gambetta, unen el paseo marítimo con el centro histórico. Empezamos el recorrido en el animado mercado central, Les Halles, abierto todos los días de la semana y epicentro de los mejores productos de la región.



Continuamos con una visita en L´atelier Manufactoum donde los artículos de cuero se diseñan siguiendo métodos de fabricación tradicionales heredados de la Haute Maroquinerie francesa. Están hechos con piel de plena flor, la capa más noble de la piel.


Otra marca de artículos de cuero, Maison Laffargue, fue fundada en 1890. El taller histórico, contiguo a la boutique de la rue Gambetta, sigue en uso todavía. Dirigida por la cuarta generación Laffargue, la Casa ostenta la etiqueta de «Empresa Familiar Centenaria».


En la Maison Laulhère llevan fabricando un objeto mítico en el País Vasco, las boinas, desde 1840. La marca promete llevar la boina a la vanguardia, pero perpetuando al mismo tiempo el patrimonio, “del que hoy somos uno de los últimos guardianes”.
La familia Goicoechea, por su parte, se dedican al diseño y producción de alfarería y cerámica desde hace más de tres generaciones, inspirándose en el territorio. Volviendo a los dulces, Maison Paries abrió sus puertas en 1914 y hoy continúa siendo uno de los emblemas locales.
Pierre Oteiza es el mejor escaparate para los jamones, embutidos, patés, quesos del País Vasco.

Desde su creación en 1920, después de la Primera Guerra Mundial, el tostador artesano Maison Deuza ofrece los mejores cafés y tés del mundo, con más de 140 referencias.


Chez Mattin es de estos restaurantes, que atrapan a los visitantes incluso antes de llegar a la mesa. Situado en las alturas de Ciboure, en el barrio histórico de la Croix Rouge, la antigua tienda de ultramarinos dio paso al restaurante en la década de 1970. Un ambiente muy familiar en una casa rústica.

El cocinero Michel Niquet prepara sus suculentos platos, recetas familiares de la cocina vasca, en su pequeña cocina. Mientras, su pareja Celine sirve y, al mismo tiempo divierte a los comensales en varios idiomas con chistes y recuerdos de viajes. El plato estrella de Chez Mattin, el ttoro, la sopa de pescado que procede de su abuelo y cuyo éxito hace varias décadas resultó ser decisivo para la apertura del restaurante.


Aunque la fabrica local de telas de alpargatas y del hogar Lartigue 1910 tiene tienda propia en San Juan de Luz, a solo diez kilómetros se encuentra uno de los talleres de la tejeduría tradicional que permite visitas guiadas para descubrir el secreto de los productos desde el primer hilo hasta la tela final.


Deja una respuesta