El contacto con la naturaleza es una de las mayores fuentes de inspiración de los maestros del arte de todos los tiempos. Algo tendrá cuando recurren a ella una y otra vez como un lugar donde las ideas no se agotan. Por ello, el artista sueco Markus Åkesson se niega en rotundo a abandonar el pueblecito de Nybro, en Suecia, un enclave con un pasado artístico forjado a través del trabajo del vidrio y también de la talla de madera. Son sus cercanos bosques y los animales que habitan en él los que le proveen de todo lo que necesita para desarrollar su trabajo como pintor. Un trabajo que, sin duda alguna, ha sido muy reconocido por la originalidad y la calidad que emana.
París, Londres, Estocolmo, Berlín, Bruselas o Vilna son algunas de las ciudades europeas que han tenido el privilegio de conocer con todo detalle la obra de Markus Åkesson. Su pincel se encuadra dentro de la pintura figurativa actual, pero es su carga profundamente poética la que consigue crear una atmósfera diferente que seduce al espectador. Para ello, utiliza elementos de la vida del bosque como colores vegetales oscuros, aguas fangosas o turbulentas, estanques de agua, animales del bosque que instintivamente sitúan al observador en la tradición nórdica de amor al paisaje y las leyendas de los personajes que los habitan.
Es justo en este punto donde el artista sueco enlaza esa tradición nórdica con el mundo onírico, dejando entrever un significado más oculto a través de los símbolos que utiliza. La flora y la fauna sirven así como de elementos simbólicos, cuya lectura nos permite entender las emociones que los personajes de sus obras quieren mostrar al espectador. Así, la pintura de Markus Åkesson se convierte en una especie de análisis psicológico que, a través de las metáforas de sus objetos, representa los temores y ese lado oscuro que todo ser humano contiene en su interior.
Su verdadero propósito es conseguir sacar al exterior todo esos elementos que perturban al ser humano y hacerlos físicos para poder aceptarlos y superarlos. Este camino, un tanto espiritual, está lleno de dificultades de todo tipo. Y cada uno de los elementos que conforman la escena representa esos obstáculos y “cárceles” mentales que impiden a los personajes superar esos miedos.
La naturaleza sirve así como vía de representación de aquello que perturba de alguna manera la psique humana. Una naturaleza que se convierte en algo denso o espeso, como forma de simbolizar los obstáculos del ser humano. Unos elementos poéticos que llegan a agobiar al espectador y que sólo son símbolos oníricos de sus propios miedos.
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