Alan Mathinson Turing, quien ha sido considerado como uno de los padres de la computación e inteligencia artificial, dejó otro secreto sin resolver que ha sido desvelado por un grupo de científicos de la Universidad de Canterbury en Christchurch, Nueva Zelanda.
En 1951, tres años antes de su ejecución tras ser condenado por sodomía por el Gobierno Británico, Turing dejó una grabación, en un disco de acetato, realizada por un dispositivo que él mismo fabricó. En ella, recogió una serie de sonidos realizados por un ordenador que ejecutaba las órdenes siguiendo un patrón, y éstas, a su vez, se convertían en notas musicales perceptibles por el oído humano.

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Conocido por descifrar el código Enigma, un sistema de comunicación encriptado utilizado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial -y cuya historia fue llevada a la gran pantalla, con la interpretación magistral de Benedict Cumberbatch-, Turing contó con la ayuda de Christopher Strachey; pianista, profesor y pionero del lenguaje de la programación quien fue el encargado de trasladar a la música el manual del aparato creado por el matemático.
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La máquina se usó para componer tres melodías: God Save The King, Baa Black Sheep e In The Mood, un clásico del swing original de Glen Miller. Bajo el mismo procedimiento, dicho dispositivo -considerado ya como predecesor de los sintetizadores– también era capaz de reproducir el himno británico. Después de más de seis décadas, este enigma ha sido resuelto por este grupo de científicos quienes han conseguido restaurar esta pieza, ensanchando de esta manera la leyenda del malogrado genio británico.
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