Organizada por el Vitra Design Museum (Weil am Rhein, Alemania) y el Museo Alvar Aalto (Jyväskylä, Finlandia) con la colaboración de la Obra Social ”la Caixa”, la exposición está comisariada por Jochen Eisenbrand, conservador jefe del Vitra Design Museum. A través de 350 piezas (maquetas históricas, dibujos originales, muebles, lámparas y objetos de cristal) se recorre su vida y su obra. Eisenbrand, consciente de las muchas exposiciones que se le han dedicado a Aalto en todo el mundo, ha querido poner su obra en comparación con la de otros artistas vinculados a él. Entre los más conocidos se encuentran Alexander Calder, Jean Arp y Joan Miró, a quien no conoció, pero se sabe que mantuvieron relación.

La exposición, que ocupa la segunda planta del edificio, no sigue un orden cronológico estricto. Las obras se agrupan por temas, aunque algunos de sus edificios más famosos extienden su presencia por todas las salas: la iglesia de Muurame, la Cooperativa agrícola de Turku, el sanatorio para tuberculosos de Paimio, Villa Mairea, la iglesia Vuoksenniska, el edificio de oficinas Rautatalo, la Biblioteca de Viipuri (suelo ruso desde la II Guerra Mundial), el Ayuntamiento de Säynätsalo, la Institución Nacional de Pensiones, el Pabellón finlandés par la Exposción Universal de Nueva York de 1939, el edificio de viviendas del berlinés barrio de la Hansa o el Palacio de Conciertos de Finlandia.

El diseño de mobiliario, que compartió con su esposa,Aino Marsio, surge, vinculado a los edificios, de esa búsqueda por encontrar lo mejor para la vida del hombre. En 1935, con el objetivo de producir y promover sus propios diseños de mobiliario, fundó Artek, una empresa de mobiliario internacional, donde surgieron sus famosas lámparas de luces siempre indirectas, las banquetas de tres patas o las butacas laminadas de diferentes posiciones. Rápidamente surgieron encargos de Italia, Suiza, Francia, Alemania y Estados Unidos. Pero lo más importante para él fue que la fábrica se transformó en una galería de arte que le sirvió para relacionarse con artistas de todo el mundo. “Aalto -explica el comisario- concebía y diseñaba proyectos pensando en las personas como elemento central, lo cual, para él, implicaba que había que tener en cuenta nuestra forma de percibir el entorno. En sus proyectos, la vista y el oído, sutilmente orientados mediante la coreografía de espacios y luces,desempeñaban un papel importante, pero también era relevante el tacto de los materiales y las «superficies de uso». Para sus habitantes o usuarios, las construcciones de Aalto se convertían, así, en una especie de segunda naturaleza.”

 

Entrar en una exposición dedicada a Alvar Aalto causa la misma emoción que llegar a una cabaña vacía y oler la madera recién barnizada, acercarse a una ventana y caer en lo blancos que son la luz, el marco de los vidrios y los listones del suelo. Hay algo sensual en la arquitectura del maestro finlandés que no se puede dejar de querer. «Escuchar a Aalto es la negación de la pedantería y del dogmatismo», escribió José Antonio Coderch en 1951, cuando Aalto visitó Barcelona por primera vez. Al parecer, sus primeros admiradores españoles lo llevaron al Parque Güell y lo sentaron en uno de esos bancos que van haciendo curvas hechas con cerámica. En ese momento, Aalto no sabía nada de Antoni Gaudí, pero vio todo aquello y dijo que se reconocía en aquel paisaje. Después, fue a Madrid y dio una conferencia. Antonio Fernández Alba lo describió ese día como un «campesino finlandés» que hablaba en francés un poco a duras a penas pero que resultaba muy expresivo.

Alvar Aalto. arquitectura orgánica. Arte y diseño, del 1 de octubre al 8 de enero. Caixaforum. Paseo del Prado, 36.