Puede herir sensibilidades, pero estos excrementos vienen acompañados de tres de los personajes que más titulares han copado durante los últimos meses, ya sea por sus supuestos desmanes en el poder o por hacerse amigos de lo ajeno –siempre respetando la presunción de inocencia-. Se trata del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, el extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, y la hija del Rey, la infanta Cristina, que vuelven a ser protagonistas de la polémica, muy a su pesar, por aparecer retratados con deposiciones en sus nobles cabelleras gracias a las buenas artes de Ausín Sainz.
Una particularidad de la censura en años de libertad es que si se pretende silenciar algo, la polémica será tal que se logrará el resultado contrario. Y así ha sido. Este artista pretendía continuar con el trabajo que venía desarrollando desde bien joven, haciendo crítica social a través de las artes plásticas, hasta que dos agentes de policía ‘colgaron el cartel de cerrado’ a la exposición que orquestaba en el centro Julián Sánchez ‘el Charro’, en Salamanca, para el pasado viernes 7 de febrero. La excusa para que sus obras no vieran la luz es que no eran “aptas para el público familiar”, algo en lo que las autoridades responsables no habían reparado a pesar de que el título que engloba sus lienzos sea No apto para todos los públicos.
Mientras que el Ayuntamiento de Salamanca se mantiene firme en su versión de que el contenido de las obras no era el apropiado para el público familiar que se persigue atraer, el artista reconoce al periodista Javier Zurro de El Confidencial que “un niño no sabe quién es Rajoy o Bárcenas, pero se va a reír cuando vea una mierda”. Bendita inocencia infantil.
También acusan a Ausín Sainz desde el ayuntamiento de “ocultar” el contenido de la muestra, aunque éste asegure al mismo medio que las obras de la polémica no sólo estaban colgadas en su pared cuatro días antes de la inauguración, sino que además el proceso de elaboración de las mismas está religiosamente documentado en su espacio personal de Facebook. Es por ello que no duda en acusar de haberle “censurado sin ningún sentido” al director de la sala, Lorenzo Bernáldez, y al Consistorio salmantino, que ya habían cedido su espacio anteriormente para exponer las creaciones de este artista multidisciplinar en 2004.
Se queja de que el director le exigió que retirase la muestra de sus muros y, ante su negativa, llamó a dos agentes de policía que fueron los encargados de desmontar su trabajo, sacarlo por la puerta trasera y depositarlo bajo la lluvia. Ahora, debe sumar a los gastos de exposición –aunque no haya disfrutado del placer de mostrar su arte- la factura de la empresa de desmontaje. No es de extrañar que el artista se ‘cague’ en ellos.
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