Lifestyle, estilo de vida: se elige. Se vive. ¿Se finge?
Soy lo que pienso que soy. O lo que dicen los demás.
¿Acaso soy lo que les enseño ? ¿O lo que ellos piensan de lo que yo muestro?
Me parece que las lucecitas de alarma del cerebro se han puesto a parpadear.
Woody Allen dijo “Eighty percent of success is just showing up”, vamos, que “El 80% del éxito consiste sólo en mostrarse“, lo que puede ser entendido de muchas formas diferentes según la traducción que se haga; hay quienes dicen que “show up” hace referencia a «ponerse a ello”, otros a “mostrarlo”. En cualquier caso lo que nos preguntamos hoy precisamente es eso: ¿cuánto de verdad hay en eso que nos enseñan a través de la pantalla? ¿Quién fue antes: el huevo o la gallina, el artista o el personaje?
Volvemos la cabeza unos años atrás en el tiempo para re-encontramos con el origen de personajes que han creado no sólo un estilo, sino su propia marca personal; hablamos de artistas como Marilyn Manson o Lady Gaga, sin olvidarnos por supuesto del máximo exponente de lo que casi podría catalogarse como una raza, el gran David Bowie -que en música descanse y siga rompiendo los esquemas allá donde quiera que esté-.
Todos ellos consiguieron caminar con éxito en el limbo de lo extravagante y lo estrambótico, demostrando que eran capaces de hacerse un hueco en el panorama artístico mundial por ser precisamente, no sólo artistas sino los representantes de una especie única. No contentos con eso, los medios nos cuentan cómo algunos de ellos han colaborado con sus palabras en acciones sociales: una vez que el personaje fue tomado en serio, la persona que había debajo salió a relucir.
Embaucados por la fuerza del 2.0 y las redes sociales, la inspiración creada por esta peculiar raza de virtuosos ha degenerado en una marabunta de bloggers, youtubers y personajes variopintos casi salidos de la nada, todos ellos ansiosos por compartir, comunicar su forma de ver y sentir, por mostrar sus habilidades o conseguir la fama. Pero… Espera, frena: ¿hablamos de un escenario real o una realidad ficticia? Una forma de crítica encubierta? ¿Quizá una “simple” estrategia de márketing para darse a conocer?
Nos referimos a una serie de «celefrikies» nacidas en el mundo de internet como Aless Gibaja o Candy Ken.

Aless Gibaja, el creador de «Hola bebés» y «experto en super consejitos del día«, bautizado como «El Paris Hilton español» y que ha tratado de iniciar una cruzada contra el bullying a base de unicornios y buen-rollismo rosa.
Candy Ken, el ambiguo rapero it boy con abdominales de acero que sería capaz de montar un pedestal a la gatita Hello Kitty del mismo oro que lucen sus dientes, además de cubrir todo tu portal con sus pegatinas; el muñeco de golosina que ha conseguido que le fotografíe al desnudo el mismísimo Terry Richardson, archiconocido por ser el fotógrafo de los famosos.
Cuando eres un actor tal vez es más sencillo diferenciar cuándo estás encima del escenario, cuál es el papel que estás representando ahí y cuál es el que protagonizas en la vida real.
Pero ¿qué ocurre cuando tu propia vida se convierte en el espectáculo? ¿Acaso es fácil distinguir qué haces por el personaje, por los likes de tus fans o qué haces por y para ti mismo?
No serán pocos los famosos que han acabado absorbidos por su propia ciencia ficción, son muchos los que han necesitado alejarse del circo mediático para poder volver a sus raíces y redescubrir quiénes son tras convertir su propia vida en una telenovela. En algunos casos incluso sus tabiques nasales han desaparecido sin dejar rastro, y es que el lado más oscuro del corazón de este mundo no parece alejarse tanto de otros submundos peor valorados. Por ejempo, hace poco os contábamos la historia de una chica que en pleno apogeo de su cuenta de Instagram decidió tirar de la manta y contar que se había cansado de fingir para poder disfrutar su vida de verdad.
El peligro de construir un personaje y crear una careta alrededor de la persona que se escode debajo, es que puede acabar exigiéndote demasiadas cosas, demasiadas expectativas que cumplir: el personaje acaba engullendo el alma que en un principio le alimentaba y daba vida, y esto puede ocurrirle a los celefrikies, pero también a ti o a mí. Sin querer, creamos personajes alrededor de nuestra persona con el fin de mejorar nuestro autoestima y aproximarnos a la imagen que nos gustaría transmitir de nosotros mismos.
Mira a tu alrededor, no es poco habitual que una persona tenga la necesidad de recurrir a ciertos medios poco saludables para poder mantenerse como el tío gracioso del grupo que siempre hace reír a los demás; sucumbir a las presiones por agradar a la familia o entorno laboral; seguir fingiendo ser el tío libre e independiente al que parece darle todo igual pero que se ha montado un caparazón porque lo que realmente le ocurre es que está acojonado cuando piensa en la palabra soledad. Todo personaje tiene un coste, pero a veces el precio que hay que pagar es demasiado alto. Pero claro, sólo una vez que somos capaces de reconocer aquello que somos, incluso aquello que nos da miedo o repele, somos capaces de cambiarlo.
¿Aquellos que consigan el boom de popularidad a través de estos medios serán capaces de discernir el límite que separa la cordura de la locura, eso que separa al personaje de la persona?
Deja una respuesta