A pocos metros del Pont-Neuf sobre el río Garona, en el barrio de Carmes, en la pequeña rue des Couteliers 46 el hotel La Cour des Consuls alberga el más auténtico lujo cinco estrellas de Toulouse. Después de varios años de remodelación dos grandes casas del siglo XVIII, anteriormente también hoteles, han sido fusionadas en un edificio con ambiente de mansión familiar. La fachada neoclásica está hecha por el ladrillo rojizo, tan emblemático para Toulouse y al que debe su sensual apodo de “La Ville Rose”.  

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En La Cour des Consuls (del portfolio de Collection MGallery by Sofitel) la interiorista Chantal Peyrat ha dado un giro poético, añadiendo chic urbano a la  elegancia clásica del entorno. Para dar sensación de estar en una espléndida pero a la vez discreta residencia familiar, ha elegido para las 32 habitaciones y suites románticas combinaciones de colores: chocolate y vainilla, blanco y negro, toques de azul, purpura y rojo.  Varios elementos están incluidos en la lista de monumentos históricos, como la barandilla de hierro forjado de la escalera interior y los mármoles en el restaurante Le Cenacle, con la cocina local del chef Jerome Ryon (con una estrella Michelin). El ambiente del Champagne bar donde también se sirve el desayuno, es muy British y los protagonistas son los cocteles de champán. En verano el bar se “desliza” hasta ocupar también el vistoso patio central.

El spa Graine de pastel ofrece tratamientos exclusivos basados en el aceite de la planta Isatis tinctoria (o hierba pastel) que se cultiva cerca de Toulouse. Rico en Omegas 3,6 y 9, el aceite se ha utilizado desde la antigüedad. El masaje “La Cour des Consuls” dura dos horas incluyendo exfoliación, détox y relajación, “un suave interludio para cuerpo y mente”. El ambiente blanco radiante del spa está inspirado en un apartamento burgués. Otra opción para buscar los “placeres inesperados” que prometen del hotel, es relajarse en el hammam.

Carmes con la cercana iglesia de la Daurade, era un barrio activo ya desde la Edad Media. En el siglo XIII estaba habitado sobre todo por artesanos: plateros, herreros, orfebres, barqueros, curtidores. En el siglo XVI en los dos edificios vivieron algunos aristócratas y varios  “capitouls”, o consejeros de la ciudad, hasta convertirse en hoteles en el siglo XIX.

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La arena y los guijarros utilizados para la construcción de Toulouse, eran extraídos del lecho del río Garona por los pescadores de arena. Las lavanderas y sus sábanas secándose al viento animaron el puerto de la Daurade hasta principios del siglo XX. Hoy es uno de los mejores sitios en Toulouse para relajarse o pasear. De día, una de las mejores opciones es un idílico paseo con el horizonte de frente escoltado por frondosos árboles. Por la noche el río se transforma en un hipnótico espejo sobre el cual los contornos reflejados de los edificios iluminados  se vuelven fantasmas líquidos. En la orilla una parada para quedarse con las mejores vistas de Toulouse es la terraza del siempre animado Le Café des Artistes. Os avisamos, los bellos atardeceres sobre el río son de las vistas que hacen perder aviones.