Por fin. Se acabó la eterna espera. Esa larga agonía que nos tenía con las uñas clavadas en el reposabrazos del sillón. El fin de semana pasado James Blake y Radiohead publicaron sus nuevos trabajos sin previo aviso. Por un lado, el productor británico editó The Colour In Anything (Polydor, 2016) la continuación de su aclamado Overgrown (Polydor, 2013). Sólo contábamos con la referencia del single Radio Silence por lo que la sorpresa fue mayúscula en las redes. Radiohead por su parte tiraron de ingenio y tras ‘borrarse’ de las redes sociales adelantaron su nuevo álbum con un par de teasers en su cuenta de Instagram, dos pequeñas piezas animadas que alimentaban las teorías sobre este nuevo trabajo, algo que se encargó de hacer la propia banda enviando unas misteriosas cartas a los fans inscritos en su página web con parte de la letra de Burn the Witch que, a posteriori, se ha convertido en el primer single de su noveno disco A Moon Shaped Pool (XL Records, 2016) publicado el domingo a escala mundial.

Dos nuevas maneras de concebir la mercadotecnia musical del siglo XXI. La crisis endémica de las discográficas no hace, sino, afianzar la apuesta de los artistas y bandas por la autoedición y publicación de sus trabajos ante la voracidad y la larga sombra de la piratería. El streaming de pago (Spotify, Deezer, Tidal, Apple Music) se ha convertido en la nueva vía de escapatoria –aunque Radiohead huya de este tipo de plataformas- sumada a la de la música en directo y aunque el vinilo goce de buena salud de sobra es conocido que el ‘boom’ por este formato tendrá sus días contados, por ello la publicidad y la expectación generada a través de este tipo de acciones ayudan en gran medida a que la rueda siga girando.

Ahora bien, ¿es algo tan fundamental en nuestras vidas? ¿Hasta qué punto nos hemos olvidado y hemos pasado de simplemente escuchar música a sólo atender a todo lo que rodea a la publicación con el consecuente morbo generado en ese tira y afloja para ver quién recurre a la idea más ingeniosa?

Estos son los casos más recientes -podríamos incluir el último disco de Beyoncé por ejemplo- pero atienden perfectamente a nuestra manera de consumir la música. Le hemos arrancado el rasgo que le hacía única: la atemporalidad. Ahora, en cuestión de semanas, las revistas más prestigiosas y las redes sociales se encargarán de enterrar estos trabajos que en el caso de Radiohead, les han llevado 5 años de distancia con su última referencia. Quizás por ello, el pasado domingo a la vez que distribuían su disco en formato digital anunciaban la publicación en formato físico para mediados de junio cuya edición deluxe incluirá un libro de 32 páginas. Evidentemente lo de los británicos no es el único caso, ni quizás hayan inventado la pólvora pero logran no dejar indiferente a nadie. Ya hicieron algo similar con su anterior The King of Limbs (XL Records, 2011) y su newspaper edition. Pequeñas obras de arte y coleccionismo que abren un abanico infinito de posibilidades conjugando ambas disciplinas.

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El problema radica cuando ya no se habla de música, atendiendo más a las cuestionables maneras de promocionarla. Esto ha sucedido recientemente con el grupo YACHT y su nuevo videoclip del sencillo I Wanna Fuck You ‘Till I Dead. En él recrean la filtración de una ‘sextape’ falsa, como si tratara de un vídeo robado. Su intención era destacar el sensacionalismo con el que la prensa amarilla y generalista trata cierta información. El caso ha creado revuelo ya que la prensa y fans lo han tomado como una burla, por lo que el grupo se ha visto obligado a emitir un comunicado pidiendo disculpas. Su única intención era conseguir la promoción suficiente, generar ruido para que el nuevo disco obtuviera la repercusión que, definitivamente, han tenido. Ahora bien, de la calidad de la canción ni se habla, ni se espera opinión al respecto.

Los artistas, pues, deben enfrentarse a millones de usuarios ávidos de nueva música, nuevas tendencias que compartir y publicar para poder sentirse realizados por estar a la última. Cambia la música y con ella los hábitos de consumo. La industria crece alrededor de unos parámetros que no están definidos completamente. ¿Cuál será el siguiente paso?

Nosotros seguiremos creyendo en la potencia y universalidad de la música.