¿Qué tienen en común el Art Decó, las casonas de estilo colonial californiano y el estilo Porfiriato? A simple vista nada de nada. Pero si el lector pasea por el distrito Del Valle, situado en Ciudad de México, verá que a ello se suman rascacielos de los años sesenta o viviendas multifamiliares hasta llegar a los apartamentos de lujo y los lofts. Ante semejante ”maraña” arquitectónica uno puede terminar más que perdido en esa enorme ciudad. Además, si la zona es una de las más importantes, a nivel económico, es lógico encontrar las sedes de empresas tan conocidas como L’Oreal, MasterCard, Panasonic, Suntory, Bulova o BBVA Bancomer paseando por sus calles. Todo ello hace pensar que el arquitecto Jorge Hernández ha tenido que emplear todo su genio creativo en construir una lujosa y original vivienda para unos jóvenes, aunque también exigentes, clientes.

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Lo primero que llama la atención de este suntuoso distrito es la cantidad de zonas verdes que posee. Ello contribuye a que la paz y la tranquilidad sean los elementos claves de esta zona residencial. El conjunto arquitectónico a edificar debía estar en consonancia tanto con el espacio donde se articula así como con las necesidades de sus habitantes. Uniendo estas premisas junto con la filosofía de este joven arquitecto, que consiste en aunar el uso de nuevas tecnologías a espacios físicos buscando el ahorro energético mediante el uso de energías renovables y alternativas, el resultado es un proyecto con una organización espacial inconfundible donde el modelo virtual generado en el estudio toma vida y se modifica  a través de los sistemas de construcción empleados y adaptados a las necesidades de uso de sus inquilinos.  Todo ello sin perder el contacto con los valores socioculturales del lugar en el que se integra.

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El proyecto parte de un estudio del terreno para la distribución del edificio y de las plantas en que se articula. Debido a los conflictos visuales que surgieron a la hora de armonizar el interior con el exterior, se decidió orientar todo el conjunto a partir de la parte trasera del terreno para conseguir una mejor organización de los espacios internos. Así, la planta del edificio presenta tres pisos. En el primero se localizan  una sala de estar con chimenea, un comedor, un bar, una bodega, la cocina y un espacio para el tiempo en familia. La segunda acoge los dormitorios y un estudio. La tercera las comodidades para el servicio.

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La fachada exterior está recubierta por cerámica NBK, un tipo de terracota que garantiza durabilidad y cordialidad al edificio. Además, resulta toda una novedad ya que es la primera vez que se utiliza este material en el país. De esta manera, el método constructivo queda integrado en el diseño y ejecutado en el proceso de construcción.

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El interior resulta cálido y muy confortable, donde las áreas de reunión social se articulan en torno a la cocina y estancias inferiores y se conectan con el exterior a través del jardín con unas amplias cristaleras. La planta principal queda así resguardada respetando la privacidad de los inquilinos.

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Suntuosidad del lugar, simplicidad de formas y sosiego residencial. Tres eses para un proyecto único. Diseño y arquitectura van de la mano gracias a la capacidad resolutiva de Hernández, cuyas obras se pueden disfrutar fuera de las fronteras de su país natal, desde Japón, Ucrania, Corea o Rusia, pasando por Alemania, Portugal, Italia, Argentina o España. L