Los límites de la percepción no siempre han sido una barrera inquebrantable para un ser humano obsesionado por conquistar los ámbitos que se le ofrecen inalcanzables. Uno de ellos, aunque de reducido tamaño y no por ello de insustancial belleza es el mundo microscópico, conquistado no hace tanto por aquellos que no se resignaban a pensar que ‘minúsculo’ fuera sinónimo de ‘irrelevante’. Lo recóndito, lo inabarcable, lo invisible al ojo humano se hallaba tan sólo a una lente óptica de distancia.
Quieren permanecer escondidas para seguir siendo un tesoro secreto que sólo algunos afortunados puedan contemplar. Las profusas estructuras que se ocultan en aquellos micromundos ofrecen bajo un tan sólo aparente caos toda una red cromática llena de elementos extraordinarios. Gracias a este espíritu de conquista que también ha contagiado a numerosos artistas, hoy podemos visualizamos la belleza más recóndita de los mundos microscópicos anónimos.
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Si recientemente hablábamos de la necesidad de retener la perfección de efímeras esculturas líquidas, hoy el estado líquido brinda también una nueva perspectiva artística digna de admirar. No tan perecederas como las anteriores pero quizá más inaccesibles, estas pequeñas obras de arte en miniatura resultan sumamente originales.
Así lo concibe el bioquímico Michael Davidson teniendo en cuenta la serie de imágenes que realizó bajo el título ‘Bevshots’, una colección de fotografías microscópicas de bebidas alcohólicas que muestran abstractos y peculiares paisajes a escala infinitesimal.
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Este científico experto en cristalización descubrió la riqueza cromática de estas estructuras debido a las incontables imágenes captadas durante 25 años en el laboratorio. Con la aportación de Lester Hutt – que trabajó en sondas de Marte de la NASA en busca de evidencia de vida en el planeta rojo- lograron la combinación perfecta. Las bebidas, cristalizadas sobre el portaobjetos del microscopio, son visualizadas con una fuente de luz polarizada o rayos ultravioleta a través del cristal lo que da lugar a estos extraordinarios sistemas de distintas tonalidades.
Este experto en cristalización combina ambas facetas, la científica y a la artista, con suma perfección, tal y como muestran estas pequeñas obras de arte y de sutil expresión molecular. Cerveza, wodka, whiskey, tequila, sake… todas ellas ofrecen una explosión de color en su interior.
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‘Fingerprints of Drinkable Culture’ es el título de una original serie que bajo esta misma perspectiva, creó el fotógrafo William LeGoullon con el firme objetivo de construir puentes invisibles entre los universos paralelos de la ciencia y el arte.
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La serie plasma el uso del té, cerveza, café, vino y refresco de cola como un elemento científico y lo somete a la inspección microscópica con un inigualable resultado. Este artista, que combina sus exposiciones con su trabajo como fotógrafo comercial y como profesor en el Phoenix College también ha realizado una original serie de fotografía macro cuyos protagonistas son las originales texturas que descubre en unos elementos tan cotidianos y tan sencillos a priori como son los granos de café.
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Ciencia y arte suman fuerzas para sacar a la luz estas anónimas obras de arte naturales y primigenias, que permanecen camufladas bajo la riqueza cromática de los mundos invisibles.
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