No están censurados, son tiritas. Este es el material del que parte la artista australiana Savina Hopkins para crear una colección de lo más inquietante y que genera una sensación de incertidumbre a aquellos que se plantan frente a sus obras: “¿Qué es lo que transmiten los rostros de sus protagonistas?”, se preguntan al admirar las facciones creadas con decenas de tiritas.
Adhesivos cuya principal función es proteger las heridas de las impurezas del ambiente para evitar infecciones que, en distintas tonalidades y aprovechando las diminutas perforaciones que facilitan su transpiración, dan forma a rostros inexpresivos de personas anónimas con historias mundanas.
«Me gusta que una tirita pueda insinuar el daño y la curación, el trauma y el cuidado», reconoce Hopkins consciente del “poder simbólico y metafórico” que se extrae de sus creaciones y del material empleado para conformarlas. La sensación de asfixia de los personajes retratados es casi claustrofóbica, lo que ahonda en la carga psicológica del que la observa, más que del artista responsable de crearla.
Savina Hopkins estudió pintura e ilustración, pero no niega su fascinación por las ciencias naturales y la biología. La unión perfecta de sus inquietudes vitales se plasman ahora en una colección de obras bajo el título Bandaid portraits.
Aunque los protagonistas de sus piezas son desconocidos para el público en general, para la artista son de lo más familiares. De hecho, son su propia familia: sus padres, su hermana y el hijo de esta última. Esto le posibilitó plasmar con tiritas su visión de las “complejidades de la condición humana (…) los daños físicos y la pérdida”. Algo que no hace falta que explique, ya que las inquietantes imágenes hablan por sí solas, aunque sus obras carezcan de rostro.
Además, Savina Hopkins también compone otro tipo de collage con el mismo material básico con el que ha conseguido una reputación a nivel internacional. Esto es sólo un ejemplo:
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