Con la llegada del invierno, las nieves empiezan a caer por todo el continente europeo. Las latitudes más septentrionales se ven cubiertas por centímetros y metros de copos que tejen auténticos mantos blancos sobre el paisaje. La transformación que sufren es evidente al igual que la vida de muchos pueblos que habitan en estas regiones del planeta. Los lapones son un claro ejemplo. Ellos han sido capaces de sobrevivir en esos remotos lugares, con unas condiciones climatológicas muy duras y bajo un cielo nocturno casi permanente durante la estación más frío del año, durante siglos.

Es en una zona noruega que forma parte de Laponia donde dos equipos arquitectónicos han sido capaces de levantar una casa. El estudio arquitectónico TYIN Tegnestue se ha unido a la firma Rintala Eggertsson para llevar a cabo el bautizado como Refugio Fleinvaer en una de las tantas zonas ásperas y gélidas de Noruega.  Una de esas áreas donde la vida es casi impensable.

El proyecto parte del deseo del músico de jazz Håvard Lund de crear un refugio a orillas de Fleinvaer, un conjunto de islotes de la provincia de Nordland. Situadas en el norte del país, este archipiélago cuenta con un privilegiado horizonte, bañado por el Mar de Noruega. Además, la llegada de las nieves proporciona un precioso escenario, lo que otorga una mayor belleza al conjunto. Esta mezcla de condiciones, hizo que el artista bautizase este lugar como el más idóneo para la creación musical.

Para ello, se concibió una casa en nueve estructuras. Cada una de ellas está totalmente independizada de las otras. Cuenta con cuatro habitaciones individualizadas en dos módulos, una habitación para huéspedes, un salón de música, un bar, cocina, baño, sauna y una sala para la meditación. Ésta última se encuentra ubicada en lo más alto de la isla principal, sobre un pilar de acero, como los njalla de la cultura sami, y cuenta con una gran cristalera. El propósito es conseguir una relajación total por medio del aislamiento y la contemplación del gélido paisaje exterior que les rodea para poder acometer la creación artística.

La construcción no estuvo exenta de polémica, ya que hubo que estudiar meticulosamente el terreno para evitar dañar el ecosistema natural de la isla. En este lugar suelen anidar las gaviotas y algunos animales marinos establecen sus hogares en él durante algunos períodos del año. Además, había otro problema añadido. El musgo y cierta flora terrestre tienden a crecer de forma natural en este tipo de suelo. Por ello, se tuvo que construir cada una de las casetas del conjunto a cierto nivel del suelo para evitar dañar lo menos posible este hábitat natural. Como es normal, ambas firmas arquitectónicas se pusieron en manos de especialistas para que determinasen cuáles eran los pasos a seguir. Fleinvaer es un paisaje natural que se tiene que conservar. Y ambos equipos han conseguido crear el menor impacto posible sobre él.

En  el exterior, a parte de las vigas de acero sobre las que se apoya cada construcción, se puede observar el revestimiento de madera, el cual es también está visible en el interior. La madera es un material resistente y bien tallado y ensamblado permite múltiples utilidades. El pueblo noruego es un gran conocedor de este tipo de talla constructiva y la historia nos permite comprobar la cantidad de edificios en este material que han soportado el paso de los años y el peso de las nieves. Incluso al interior dota un ambiente más cálido y confortable frente a la dureza que inspira el paisaje exterior más frío y húmedo.

El resultado final es una casa en Fleinvaer muy particular, fruto de la creación de un artista que ha modelado un lugar para la inspiración, para compartir ideas y unir a los que son de su condición. La toma de contacto con el paisaje natural, un lugar inhóspito y alejado de toda civilización, permite que el genio musical llegue hasta sus últimas consecuencias, en el intento de recibir la llamada de Las Musas.

La escultura en movimiento de Ismael Sanz-Peña