No es difícil encontrarse un día de paseo por la calle, algún símbolo que evoca al más puro fascismo en alguna de las paredes de nuestro recorrido. Esvásticas sin sentido, mal pintadas con mensajes que incitan al odio y al racismo son el principal objetivo de Cibo; el artista italiano que cambia mensajes fascistas por comida. Porque no hay nada mejor para luchar contra la ignorancia que la ironía.
Con sede en Verona- Italia, Pier Paolo Spinazzè lleva más de una década en una batalla «artística» sin precedentes. Bajo el seudónimo de Cibo (comida el italiano) Spinazzé ha conseguido eliminar centenares de grafitis con mensajes fascistas de las calles italianas, dejando en su lugar sorprendentes murales con multitud de alimentos característicos de la gastronomía de su país. Fresas gigantes, enormes salchichas, deliciosos cupcakes, platos de pasta con tomate y gajos de queso parmigiano son algunos de los elementos de la carta de Cibo.
«Para una persona que trabaja en el campo de la libertad, el fascismo es un obstáculo».
La gastronomía en la cultura italiana es símbolo de identidad, cultura y unión. Algo más sagrado de lo que en muchos otros países podríamos pensar, por lo que si conseguimos eliminar los mensajes fascistas con algo tan sagrado como la comida, estaríamos sentando a todos en la misma mesa. Sin distinciones, ni diferencias. Todos unidos en una mesa en la que no caben los ideales políticos.
Murales cargados de dolor
Es sabido que Verona, ciudad natal de Cibo, es una de las ciudades de Italia, en las que el ambiente de la extrema derecha es más protagonista. «Para una persona que trabaja en el campo de la libertad, el fascismo es un obstáculo». Los mensajes neofascistas predominantes en sus calles, junto al clima político y algún incidente de violencia, provocó su odio: “he podido ver las marcas de la violencia neofascista en mis amigos, ya que hace once años un grupo de neofascistas mató a un compañero de estudios universitario. Después de ese día decidí que era suficiente; y aunque no fuera mucho, habría, debería haber hecho algo al respecto».
Tras la muerte de su amigo. Un día se encontraba paseando por las calles de su ciudad, topándose una vez más con una pared llena de mensajes neofascistas. No pudo más. Ya era suficiente. Ese día surgió Cibo junto a un colorido y enorme mural de salchichas que taparían la oscuridad del odio e intolerancia. El personaje que le daría la fuerza necesaria para luchar con creatividad, cultura e ironía contra la extrema derecha. Una cruzada en la que lleva embarcado más de diez años.
“Mis armas son el arte, la cultura y la ironía, tres cosas que son completamente desconocidas para esta gente”, comenta el artista. “Por lo tanto, cada vez que volvían a arruinar mi trabajo, agregaba murales de salsas a la salchicha. De esta manera, su odio se convirtió en parte de mi cocina”. “El antifascismo es un valor constitucional y no partidista. Por eso, cada ciudadano debe ser responsable de defender la libertad con sus propias habilidades e idiomas ”. Spinazzè continuó: “no hay nada excepcional en lo que hago. Sin embargo, es una vergüenza lo que todos los demás deciden no hacer».
Para Cibo el odio en Verona es el menú diario de una de las ciudades más importantes del país que cada año acoge a miles de turistas. “Más bien quiero derrocar la aceptación desenfrenada y sistemática del odio. La gente aquí en Verona tacha a los adolescentes de prender fuego a un vagabundo o colgar maniquíes de colores en el estadio. El odio se ha convertido en normalidad”, destacaba. “Si bien estos ‘fascistas’ son peligrosas como grupo, por sí solos son un montón de cobardes, además de bastante predecibles. ¡Los uso para crear actuaciones que los artistas de la galería ni siquiera pueden imaginar! Sin su odio, nunca me hubiera vuelto tan famoso”, admitió Cibo.
Un enorme menú de arte callejero como herramienta política
No es la primera vez que Cibo se ve envuelto en debates políticos. Sus redes sociales son su gran atril desde el que expone sus ideas e insta a sus compañeros artistas a unirse a su causa, eliminando el odio de los muros de sus ciudades. “Vivimos en una época en la que los ignorantes no se avergüenzan de serlo. De hecho, se jactan de sí mismos e incluso gobiernan este país. Nuestros valores han fallado, y aquellos que deben dar el ejemplo, en cambio, se regodean en las alabanzas de los tontos «.
“Pero por el bien de mi manifiesto debo mantener una actitud positiva. Todos estos años he trabajado duro y lo he hecho todo yo solo. Sin embargo, muchas personas han seguido mi ejemplo y se han ocupado de sus propias ciudades. Por lo tanto, no puedo dejar de decir que ha merecido la pena«.
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