Ayer perdimos a uno de los mejores actores británicos que nos ha dado el séptimo arte. Alan Rickman fallecía a los 69 años en Londres, víctima de un cáncer según informaba su familia, una fecha triste para el cine. Nació en 1946 (Hammersmith, Londres), estudió en Latymer School, donde encontró su verdadera vocación participando en montajes de teatro y después estudió en la prestigiosa Royal Academy of Dramatic Art.
1992. Premios BAFTA a ‘Mejor actor de reparto’ por ‘Robin Hood, príncipe de los ladrones‘
1996. Premios Emmy a ‘Mejor actor de Miniserie o telefilme’ por ‘Rasputín‘
1996. Premios SAG (Sindicato de actores) a ‘Mejor actor de televisión, Miniserie o telefilme’ por ‘Rasputín‘
1997. Globos de Oro a ‘Mejor actor de miniserie o telefilme’ por ‘Rasputín‘
Su carrera se caracterizó por interpretar a grandes villanos, la cara negra de la moneda. Pero alejado de los tópicos y clichés del cine, Rickman supo diferenciarse del resto, aportando matices carismáticos a sus personajes como en el caso de Hans Gruber en ‘Jungla de Cristal‘. También interpretó al Juez Turpin en ‘Sweeney Todd‘, al presidente Ronald Reaganal en ‘El mayordomo‘, al estricto y asperuto padre de Laura Richis en ‘El perfume: historia de un asesino‘ y prestó su voz para dar vida a la oruga Absolem (de tonalidad grave e intachable pronunciación) en la adaptación de Tim Burton ‘Alicia en el país de las maravillas‘, así como en su secuela ‘Alicia a través del espejo‘, aún pendiente de estreno.
‘Jungla de cristal’ por Stanley Chow Illustration ‘Alicia en el país de las Maravillas’ fan art ‘Alicia en el país de las Maravillas’ por Felipe2p ‘Love Actually’ por MoishPain ‘El Perfume’ por Mad-Margaret ‘Sweeney Todd’ por Elen-Snape
Pero el papel por el que eternamente será recordado, ha servido para enseñarnos que las apariencias engañan y para decirnos que él siempre estuvo allí, desde el principio. No hablamos de otro que de Severus Snape, profesor de defensa contra las artes oscuras en la franquicia ‘Harry Potter‘, personaje que dio quebraderos de cabeza y cuya lealtad fue cuestionada hasta el final, generando en nosotros un amor-odio indiscutible.
Así pues, en caso de que su legado pueda perderse con el tiempo, juro que jamás olvidaré a Alan Rickman.
— El Juramento Inquebrantable
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