Cuando el artista italiano Arcimboldo empezó a crear unas obras cercanas a la anamorfosis, nadie imaginó que sería considerado unos de los artistas más originales del manierismo europeo. Tal es así que Rodolfo II no dudó ni un segundo en llamarlo a su corte para que realizase una serie de obras, incluido un retrato del emperador. Los artistas surrealistas pusieron sus ojos en él cuando fueron redescubiertas por un Salvador Dalí impresionado por la obra del italiano. La verdad que la forma de conseguir retratos mediante la colocación de frutas y verduras en el lienzo no había tenido ningún tipo de precursor previamente, pero consiguió hacer ver que el verdadero artista es capaz de utilizar su imaginación para crear la realidad en el lienzo. El artista que ocupa las siguientes líneas también interiorizó este principio y lo ha llevado a la práctica magistralmente.
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Cuando Vladimir Kush contaba unos cuatro años de edad, su padre advirtió que el pequeño tenía dotes para la pintura. No dudó ni un minuto en animarle para que se dedicase a lo que tanto le gustaba. Por ello, empezó a tomar clases de pintura desde muy corta edad. Con dieciséis años entró en el Instituto de Arte de Moscú donde muy pronto observó el arte un tanto academicista que se enseñaba. La influencia de Paul Cézanne era la tónica particular del centro y Kush no se sentía identificado con la técnica del maestro impresionista.
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Empezó a indagar, a investigar y a visionar la obra de grandes artistas como Botticelli, El Bosco, Van Gogh, Monet o Dalí, gracias a su curiosidad y afán científico heredado de su padre. Ello le llevó a comprender que estos pintores no sólo habían interiorizado los logros de artistas precedentes sino que también la labor creativa pasaba por la propia inventiva e imaginación. El influjo surrealista hizo mella en él y las metáforas empezaron a cobrar vida a través de su pincel.
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Sin embargo, nadie es profeta en su tierra. El joven Kush decidió trasladarse a Estados Unidos a probar suerte como artista. A pesar de sus esfuerzos, fue realmente en su continente natal donde sus obras comenzaron a ganar fuerza y visitas y por ello decidió trasladarse a Hawai, donde podía mantener un doble contacto tanto con Asia como con América. Allí fundó su primera galería artística, seguida de una segunda que ubicó en California.
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La impronta surrealista es muy clara en la obra de este pintor ruso, sobre todo en el empleo de metáforas o elementos cuyo significado onírico es inconfundible. Globos aerostáticos hechos de nubes, lagunas que resultan huevos fritos, mariposas que resultan ser manzanas, puentes que son orugas… un sinfín de animales y objetos pueblan los lienzos de Kush llevando al espectador a una observación más profunda y con más detenimiento.
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En muchos aspectos, sus obras recuerdan a las de El Bosco, pero difiere del artista holandés en que sus metáforas son mucho más amables y menos sombrías. El colorido empleado resulta alegre y vivo y la destreza del dibujo hace ver que sus obras son fruto de un rico mundo imaginario que poco tiene que ver con la realidad. Con ello, es lógico que el espectador lo encuentre mucho más cercano a las obras de un genial Dalí.
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Lo real se termina mezclando con lo fantástico en una obra donde la cuidada luz la convierte en un lugar único en el que se encuentran todo tipo de criaturas, que resultan ser metáforas de la vida cotidiana, que se desarrollan en bellos paisajes cargados de imaginación y dulzura.
regina suris
excelente sus obras resuris@fibertel.com,ar