¿Somos todos iguales?, ¿Crees que hoy en día el odio racial sigue latente? Estas son las preguntas que nos plantean Shimi Asresay y Hili Noy, dos estudiantes de la escuela de arte de Israel (Academia Bezalel de Arte y Diseño), que decidieron abordar el tema del racismo en su corto de animación Strange Fruit, como proyecto de fin de carrera. Un corto producido durante 9 meses, en el pasado 2013, y cuya curiosidad del pequeño y la aparición de un niño desconocido, diferente en su color, se ve dañada por el fuerte sentimiento de racismo que su padre siente hacia las personas diferentes a él.

Una película basada «en nuestro entorno más cercano, como el racismo entre palestinos e israelíes«, y cuyo objetivo es conseguir que se termine con la discriminación y racismo por sexo, raza, género, religión, orientación sexual, etc…  «Todos nosotros podemos estar en los dos lados de la ecuación – podemos experimentar el racismo y ser discriminados, y al mismo tiempo podemos ser racistas y discriminar a los demás. Queríamos hacer una película, que espero, podría poner un espejo delante de todos nosotros y quizás plantear problemas sobre la discriminación y la moral».

Un trabajo de animación inspirado en los antiguos grabados de aguafuerte, «una antigua técnica manual que queríamos renovar digitalmente», todo ello gracias a una monocromía del color y con un solo color que desentona y crea esa diferencia, el turquesa.

Un corto en el que ser distinto marca la «diferencia», planteándonos «la facilidad con la que adquirimos el miedo y el odio a los extranjeros».