Un 7 de abril de 1614 fallecía y era enterrado en la iglesia del monasterio de Santo Domingo el Antiguo, en Toledo, Doménikos Theotocópoulos, más conocido en vida como “el Griego de Toledo”. Cuatro siglos más tarde somos espectadores del cuarto aniversario de su muerte y de toda una amplia agenda cultural que se ha desarrollado para conmemorar el denominado “Año del Greco”. Sorprende que, a día de hoy, su figura sea mejor reconocida como artista que durante los años que el pintor desarrolló y ejecutó su obra en Toledo. Aunque esto es siempre lo que suele suceder con aquellos artistas que no son comprendidos por sus contemporáneos dentro del mismo contexto histórico y cultural y hay que dejar que se cubran de una pequeña pátina de polvo para que el tiempo haga justicia y los encumbre en el lugar que les corresponde. Muchas lagunas quedan aún por descubrir acerca de la vida y obra del pintor cretense y es ese tiempo el que permite ir articulando las piezas del puzzle gracias al descubrimiento de nuevos datos.
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Lo que realmente llama la atención de El Greco es esa misteriosa forma de presentar a los personajes que retrata en sus cuadros, esa mezcla de colores un tanto embarrada que parece que sus pinceles andaban un tanto sucios o mal limpiados y arrastraban los colores previamente utilizados, esas formas estilizadas, alargadas y manieristas aprendidas durante su estancia en Roma, esos colores ácidos e intensos tomados de la pintura veneciana o incluso esa intensidad religiosa que muestran sus obras y que ha mantenido desde sus inicios como pintor en la isla cretense. Todo lo que concierne a este artista está envuelto en un halo de incertidumbre.
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Su propia vida es un interrogante. Aunque se conocen diferentes datos como que nació en 1541 en Creta, en la actual ciudad de Heraklion, que perteneció a una familia acomodada y que su hermano Manussos era recaudador de impuestos para la República de Venecia, la cual mantenía bajo su dominio a la isla cretense desde el s.XIII, el principal dato que llama la atención es el cambio de residencia que formula entre 1567 y 1568 desde Candía hasta la mítica ciudad de los canales. Muchas escabrosas leyendas han circulado sobre el asunto e incluso en la película que se ha rodado sobre el artista se deja entrever algún hecho ilícito que le hizo huir tan repentinamente hacia Venecia. Cierto o no, en la ciudad de las máscaras conoció de primera mano los trabajos de Tintoretto, Veronés y los Bassano que transformaron su pintura desde la impronta iconográfica bizantina hasta los colores, las formas y el estilo de la pintura manierista del momento.
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Pronto sintió la necesidad de formarse en Roma donde se trasladó hacia 1570 y conoció al miniaturista Giulio Clovio. Este artista le pondrá en contacto con la corte pontificia de los Farnesio. Dos años después sería expulsado de la corte pero no sin haber conocido de primera mano importantes obras literarias de la biblioteca Fulvio que le llevarían a convertirse en un verdadero humanista. Se desconocen los motivos por los que fue expulsado por los Farnesio aunque esto no le impidió ingresar en la Academia de San Luca y abrir su propio taller como pintor en la ciudad del Tíber.
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Tampoco se conoce muy bien el deseo de dejarlo todo e instalarse en España para poder trabajar como pintor en El Escorial. Gracias al contacto que mantuvo en Roma con Pedro Chacón y Luis de Castilla, durante su estancia con los Farnesio, pudieron interceder a la hora de que el monarca le encargara la famosa tabla de El martirio de San Mauricio y la legión tebana y que Felipe II rechazó al no ser de su agrado. La línea que prefería el monarca era mucho más conservadora, buscando más un cuadro de devoción y recogimiento que una obra mucho más ostentosa y fuera de los cánones marcados por Trento. Este fue el verdadero punto de inflexión que determinaría que El Greco se instalase en Toledo y desarrollase en esta ciudad el resto de su legado artístico.
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Puede que el pintor fuese una persona ambiciosa y de ahí sus constantes cambios de residencia en busca de contactos con los grandes mecenas para poder desarrollar sus obras. No obstante, su carácter puede que resultara un tanto problemático lo que explicaría su huida de Creta y su expulsión de la corte Farnesio. No es la primera vez que el ego de los grandes artistas choca con alguna que otra figura de autoridad que frena sus expectativas y sus ambiciones. Basta mencionar a Miguel Ángel y su difícil relación profesional con el Papa Julio II durante la ejecución de la Capilla Sixtina. Lo que sí es cierto es que El Greco pudo desarrollar todo su talento en Toledo como artista y ser lo suficientemente reconocido para recibir encargos bastante importantes. Así hoy, somos testigos de su legado pictórico que ha asombrado a miles de personas y que lo seguirá haciendo por muchos siglos más.
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