El museo del Louvre ha anunciado una ampliación muy novedosa en su itinerario. Para 2025 está previsto que el famoso museo haya creado un nuevo departamento dedicado al arte de Bizancio y el Oriente cristiano. A raíz de una visita del actual presidente francés, Emmanuel Macron, a Irak, visitó las ruinas de la iglesia del Reloj en Mosul durante una escala de su viaje. Este hecho le llevó a apoyar la creación de este nuevo departamento de investigación sobre el cristianismo oriental, que ya llevaba gestándose tiempo atrás.

Mosaico de la iglesia de San Apolinar, en Rávena

Para la creación de esta nueva sección en el itinerario del Louvre, el museo cuenta con más de 12.000 objetos artísticos provenientes de esta antigua cultura del Mediterráneo. Cuando el Imperio Romano se desintegra, el Imperio de Occidente desaparece tras las invasiones de los pueblos bárbaros, llegados desde el norte y centro de Europa, y el Imperio de Oriente o Bizantino permanece hasta la caída de Constantinopla, a manos de los turcos, en 1453. Es en el marco de esta fragmentación donde las diferencias entre ambos imperios empiezan a ser más latentes.

Catedral de Cefalú.

El Imperio Bizantino se constituye como continuador de la tradición paleocristiana. Los inicios del cristianismo están todavía cavando sus cimientos sobre el que se consolidará todo un dominio territorial tanto hacia Oriente como Occidente. La diferencia básica entre ambos credos está en la manera de entender el concepto entre materia y espíritu, entre cuerpo y alma. La influencia de los pueblos orientales, así como de la herencia helenística y egipcia, están presentes en todos los aspectos de este lado del Mediterráneo, configurando las bases esta nueva confesión que les unirá como imperio. Y no solo a nivel religioso, también a nivel político, social y económico.

El Imperio Bizantino enclava su capital en Constantinopla, una ciudad que sirve de puente entre el Mar Mediterráneo y el Mar Negro. Y no sólo eso. Esa situación estratégica la convirtió en eje imprescindible del entramado comercial entre Asia y Europa. Así, el comercio se convierte en el sello de desarrollo económico del nuevo imperio oriental, gracias al cual las manifestaciones artísticas son posibles. Y estas últimas se enmarcan dentro del principio de propaganda política y religiosa, donde el emperador no solo es un monarca absoluto que controla todo el imperio sino que, además es la persona donde descansa el poder divino para gobernar a su pueblo. De ahí que las manifestaciones artísticas se enfoquen a reflejar un arte aúlico, al servicio del emperador y del imperio, en todos sus aspectos.

Sin embargo, el motor de la representación artística es el contexto religioso. En el arte bizantino, la decoración refleja el orden del universo. El espacio del templo se convierte en el plano material que simboliza lo espiritual. Así, los interiores se recubren de mosaicos y reflejos simbólicos que sirven para iluminar el espíritu. Los exteriores permanecen desnudos en ladrillo para reflejar el cuerpo, el elemento material de la existencia. De esa forma, la luz se convierte en el elemento primordial que define una atmósfera transparente, que rebota en teselas, brillos y reflejos luminosos, creando una profundidad ilusoria a base de un estudio óptico previo.

Con ello, pinturas, mosaicos, iconos, miniaturas, esculturas e incluso cálices, esmaltes u orfebrería están dotados de unos brillos y dorados que reflejan un microcosmos plasmado en el macrocosmos del templo. El uso del pan de oro será una constante que luego traspasará las fronteras occidentales y se verá plasmado en muchas obras del Románico.

Relicario de los Déspotas.

En nuestras fronteras, la presencia bizantina ocupó la franja costera desde Denia hasta Cádiz y las Baleares, durante los primeros siglos de la Alta Edad Media. Convivieron con los visigodos en constantes enfrentamientos hasta la llegada de Leovigildo al poder. Fue este monarca visigodo quién comenzó un proyecto de reunificación del territorio de la antigua Hispania romana, aprovechando la falta de capacidad expansiva de los bizantinos. Aunque los bizantinos apoyaron la revuelta de su hijo Hermenegildo, Leovigildo fue capaz de ofrecer una compensación económica a los bizantinos para que se mantuvieran fuera del conflicto familiar y con ello, contenerlos. Solo con la llegada de los musulmanes a la Península la presencia bizantina irá desapareciendo.

Con este proyecto, el Louvre recupera así parte del legado de la cultura mediterránea y le devuelve el esplendor del que un día gozó. Sin el Imperio Bizantino es imposible la llegada y expansión del estilo Románico en Europa, así como la recuperación del legado que un día dejó otro imperio, como fue el romano, sobre sus gentes.