Muchas veces, cuando alguien no versado en el mundo de la pintura, no entiende muy bien las diferencias entre un estilo y otro, te suele preguntar cómo lo haces. Cuando le intentas explicar un poco de qué manera puede hacerlo, lo que más le sorprende es la capacidad de poder diferenciar los pequeños detalles entre unos estilos y otros. Aunque es fácil recurrir a la broma de “tener el ojo entrenado” para el arte, la verdad es que a veces no es tan sencillo hacerlo. Sobre todo si se trata de estilos más actuales que hacen una mezcla de los más recientes en el tiempo. No es lo mismo discernir entre un Goya y un Van Eyck, entre los que versan siglos y estilos de diferencia entre ambos, que entre una pintura del año 2010 y otra del 2021. Es más fácil que haya algún tipo de influencia entre artistas más cercanos en el tiempo y el estilo que entre aquellos que les separan siglos. Aunque, en muchos casos, no tiene por qué.

Lo más normal es que los artistas tengan algún otro modelo de inspiración que les sirve de base a la hora de desarrollar su obra. Incluso cuando se realizó la gran “ruptura” pictórica en el Salón de los Independientes de París por parte de los llamados “impresionistas”, ellos mismos habían bebido previamente de artistas románticos contemporáneos, de las obras del paisajismo inglés y de la denominada escuela de Barbizon. Por este motivo, es más probable que entre artistas contemporáneos haya muchas más semejanzas que diferencias. Y que entre ellos surja un sentimiento de admiración hacia sus obras e incluso de intercambio de ideas. Porque, realmente, sin éste último los estilos no se pueden compartir y no es posible una evolución pictórica. Sin otros aportes o visiones nuevas, ese estilo está condenado a su desaparición.


La obra de la artista ucraniana Olga Darchuk podría ser considerada un ejemplo de mezcla de estilos. Nacida en 1976, Darchuk aprendió con un artista local de su Krivoy Rog natal a pintar antes que a escribir. Es por ello que con diez años ingresó en la escuela de artes y estuvo trabajando con el artista Chumatchenko durante cuatro años. El patrón de Olga Darchuk se repite a lo largo del tiempo en muchos artistas que, todavía siendo niños, desarrollan sus capacidades, en este caso pictóricas, antes que cualquier otra.


Las pinturas de Darchuk han sido comparadas con las de los artistas impresionistas. Algo un poco difícil, ya que las circunstancias no son las mismas. Si solo redujésemos el potencial de la ucraniana a plasmar de una forma diferente aquello que le rodea, no creo que le estuviésemos haciéndole justicia. Si solo nos fijásemos en el continente, podríamos considerarlo impresionista. Pero hay que ir un poco más allá. Si nos fijamos en su contenido ya la cosa cambia. Simplemente, el colorido ya nos está hablando de una forma de plasmar las emociones que se acerca más a lo expresionista que a lo impresionista. Los colores nos transmiten el estado de ánimo de Darchuk en cada una de sus obras. E incluso podemos ser capaces, si agudizamos la mirada, de ver qué parte de la obra es la que más ha llamado la atención a la artista. En algunas son las flores que nos muestra, en otras el paisaje, en otras las velas de un barco, el abrigo de una persona… Pero cada una de ellas te lleva a escrutar la imagen, a observar cada uno de los elementos, enlazándolos a través de los colores. Nada está trazado al azar, todo está perfectamente orquestado para conseguir llevar al espectador a un punto concreto y provocarle una emoción determinada.


Con ello, Olga Darchuk nos está dando una lección de composición. Los colores sirven para darle emoción, contenido y ser el hilo narrativo a través del cual se unifica la escena. Sin embargo, la composición necesita del contenido y viceversa. El primero no puede vivir sin el segundo y al contrario. Son complementarios. Aquí el impresionismo se sirve del expresionismo para crear un todo. ¿Podría Darchuk haberlo hecho de otra manera? Puede. Pero si no, no sería Olga Darchuk y su obra no sería como es.
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