El arte culinario sabe de sabores, de texturas, de colores y de armonía pero en ocasiones la belleza de los elementos gastronómicos opta por huir del plato para lograr una nueva visión de sí mismos bajo un nuevo prisma distinto que ofrezca una original perspectiva ante los ojos ajenos. Vinos que tiñen lienzos, azafrán que inspira creaciones plásticas, la rebeldía del arte cítrico… muchos son los ejemplos de cómo el mundo culinario, dado su peso cultural, logra trascender su propia esencia.

Este espíritu artístico que fluye de lo gastronómico, que busca emplear la comida como una nueva forma de expresión, puede darse desde múltiples vertientes y géneros pero una de las más impresionantes, debido a la inmensidad de su dimensiones o la originalidad a la hora de utilizar el espacio son las instalaciones artísticas que, a gran o pequeña escala, diversos artistas han desarrollo en torno a estos suculentos elementos.

La estética de la comida y el arte performance se fusionan a la perfección en Marije Vogelzang. A esta artista de los Países Bajos se la considera pionera del eating design – más centrado en comer que en la comida- gracias a su obra White Funeral Dinner (1999) realizada antes de graduarse en la Academia de Diseño de Eindhoven y también poco después con numerosas obras centradas en los alimentos. El origen, el proceso y la cultura en este ámbito es lo que inspira a esta creadora que trata con delicadeza el que considera el mejor material del mundo, la comida.

Varias son las propuestas de la neoyorkina Jennifer Rubell inspiradas en este sentido. A medio camino entre las performance y la instalación, esta artista explica que la participación del público es la base de sus creaciones. Romper los tabúes y utilizar los sentidos es su propuesta con trabajos que mostraban varios donuts colgados de forma ordenada en una pared, montañas de plátanos, una acolchada con algodón de azúcar de color rosa o cabezas de queso derretidas sobre una montaña de crackers han sido creadas para ser también olidas y tocadas.

El monumental desayuno anglosajón que ideó en 2012 Daan de Boer para su trabajo de final de carrera en Academy of Arts Minerva de Groningen también es buen ejemplo de cómo la cultura de la comida inspira numerosas creaciones.  Por su parte, Tim walker prefirió un exterior y unas cerezas para lucir sus enormes esculturas.

Daan de Boer

Daan de Boer

Tim walker

Tim walker

La grandiosidad también caracteriza las obras pop art de Claes Oldenburg. Sus instalaciones de arte público simulan objetos de la vida cotidiana como réplicas a gran escala. Uno de sus trabajos que mejor simbolizan su curioso estilo es ‘Dropped Cone’, un gigantesco helado que se derrite a lo largo de un edificio ubicado en el Neumarkt Galerie de Colonia (Alemania). Otra de sus icónicas obras es ‘Apple Core’, realizado junto a Coosje van Bruggen.

Pocos artistas han logrado dotar de cualidades excepcionales a los alimentos como el colectivo de artistas japoneses NAM, compuesto por el diseñador Takayuki Nakazawa y el fotógrafo Hiroshi Manaka . Este estudio de diseño elaboró unas impresionantes fotografías que reflejaban a el comportamiento de un chocolate bajo los supuestos efectos de la gravedad cero, pero esta capacidad de inmortalizar el movimiento no se consiguió a base de obturador sino gracias a una instalación basada en  la técnica de suspensión de objetos y personas que logró un magnífico resultado.

También el escultor Matt James Stone ha optado por transformar algunos alimentos. Este  artista afincado en Brooklyn ha ‘deconstruido’ los plátanos bajo su visión particular hasta convertirlos en complejas estructuras en su titulada ‘Fruit’, realizada tras seccionar, pintar y retorcer estas piezas. Para Sakir Gokcebag, ya conocido en Malatinta, la comida no tiene secretos. Este artista turco desgrana la esencia geométrica de todos ellos para ofrecer bellas creaciones y presentaciones visuales.

 

Todos ellos muestran cómo la comida lleva a aparejado un carácter cultural y artístico que la dota de una nueva perspectiva a los ojos del espectador.