Una ciudad de finales del siglo XIX en Europa. Un desarrollo industrial en pleno apogeo. Una sociedad activa y moderna, optimista, alegre, llena de vida y elegante. Una nueva clase social que se ha consolidado y se ha convertido en el símbolo del triunfo del progreso: la burguesía. Todos estos elementos hicieron posible la aparición y el auge de un movimiento que se dio en la totalidad de las artes y que fue bautizado con el nombre de Modernismo. En él se daba la misma importancia tanto a los elementos decorativos, como podían ser muebles y vajillas, como a las artes mayores y todo ello con el único fin de resolver todas las necesidades cotidianas de la vida del hombre a través del arte.
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De repente, una decoración basada en el mundo natural y los elementos orgánicos empiezan a invadir los edificios de las urbes. Las líneas curvas y onduladas empiezan a cobrar vida y fuerza en cada superficie donde se pueden observar formas florales, arbóreas, marinas, animales… que incluso se trasladan a las representaciones humanas y, sobre todo, femeninas. Uno de los pintores más destacados en el arte de la pintura fue, sin duda alguna, Alfons Mucha. Su tratamiento de las figuras femeninas fue suave y casi evocando a figuras mitológicas, con mujeres exuberantes a la vez que robustas y que han quedado grabadas dentro del imaginario colectivo.
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La artista a la que dedicamos el artículo de hoy tiene algún que otro punto en común con Alfons Mucha. Las figuras femeninas llenan sus lienzos de principio a fin. Aunque las formas han evolucionado y se han fusionado con elementos mucho más vivos que muestran la esencia de su creadora.
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Pocas cosas se saben de Jekaterina Razina. Nacida en Lituania en 1984 se ha dedicado a las artes desde la secundaria y se ha licenciado como pintura y diseñadora gráfica en su país de origen. Pero lo que sí se intuye es una gran capacidad creativa y una puesta en escena que recuerda mucho las del Art Nouveau. Esas figuras femeninas se yerguen como musas de la exuberancia pero con un toque de sensualidad muy delicado. La belleza de sus protagonistas es estilizada, efímera y variopinta. Llama enormemente la atención ese tatuaje que presentan en su piel cada una de estas figuras, como si los elementos decorativos florales que las acompañan se hubiesen mimetizado con la esencia de estas mujeres formando un todo. Todo ello acompañado de un colorido vivo y alegre que transmite y empatiza con el estado de vida de cada una de sus protagonistas.
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