Con motivo del 25° aniversario de la caída del Muro, el Museo Thyssen-Bornemisza nos presenta junto a la la Embajada de la República Federal de Alemania un homenaje a la ciudad de Berlín y a sus habitantes con el montaje expositivo Calles y rostros de Berlín.

La rápida transformación de ciudades, como Berlín, en metrópolis fue uno de los temas que más apasionaron a los pintores de comienzos del siglo XX. La capital alemana, en poco tiempo, se convirtió en imán de numerosos artistas por su atmósfera libre y en punto de encuentro de las vanguardias europeas. La ciudad no pudo reconectar con esta época dorada hasta después de la caída del Muro en 1989.

“¡Ante todo pinto retratos! De todas formas todo lo que pintamos nosotros, los alemanes, es retrato”

Los artistas expresionistas del momento se trasladaron a la capital buscando nuevos estímulos. Es el caso de Ernst Ludwig Kirchner, miembro del grupo Die Brücke, que pintó sus célebres escenas callejeras durante los meses anteriores a la Primera Guerra Mundial, que estalló hace justo 100 años. En estas obras, las protagonistas, generalmente mujeres, eran el objeto de las miradas masculinas. Otros artistas afincados en Berlín, como Ludwig Meidner o Lyonel Feininger, se sintieron también estimulados por las calles en constante metamorfosis y adaptaron en sus obras elementos formales del cubismo, el futurismo o el orfismo.

GROSZDomina en muchos de estos cuadros un cierto aire apocalíptico, en predicción a lo que iba a ocurrir. Lo vemos particularmente en la obra de George Grosz, en la que Berlín se convierte en un lugar deshumanizado que camina hacia la autodestrucción. Pintado durante la Gran Guerra, Metrópolis es una de sus realizaciones más destacadas; Grosz muestra en este cuadro una ciudad poblada por la muchedumbre atrapada en una vida infernal. Su estilo “afilado como un cuchillo” no haría sino agudizarse tras el fin del conflicto y su aversión por la sociedad de su tiempo lo transformó en un pintor comprometido ideológicamente. Durante los años que siguieron denunció la hipocresía burguesa, y un orden social que consideraba injusto, en unas obras donde el glamour de las clases acomodadas se contrapone a lisiados de guerra, huérfanos o vagabundos.

«¡Ante todo pinto retratos!» De todas formas todo lo que pintamos nosotros, los alemanes, es retrato”. Este era el consejo que Otto Dix había recibido del veterano Max Liebermann al comienzo de su carrera. Pasados los primeros años de la posguerra, pintores como Grosz o Dix fueron suavizando sus planteamientos revolucionarios ante el convencimiento de que el arte no podía cambiar la sociedad. De las pobladas calles y sus conflictos sociales, su interés pasó a representar a los propios berlineses.

Este brillante e intenso momento de la cultura berlinesa terminaría bruscamente en 1933. Un año después del ascenso del nazismo al poder, Max Beckmann modificó el retrato de Quappi, su bella mujer, borrando su sonrisa.

El Holocausto y la Segunda Guerra Mundial, desencadenada por la invasión alemana de Polonia hace 75 años, dejó un rastro de muerte y destrucción que pareció eliminar los ideales artísticos de preguerra. Sin embargo, la caída del Muro ha devuelto a Berlín su carácter de metrópolis de vanguardia y renovación artística.

Podrás disfrutar de esta exposición hasta el próximo el 22 de enero de 2015.