Cuando se recorren los valles del País Vasco, el viajero queda sorprendido por el paisaje, la climatología y lo peculiar de sus tradiciones. De entre las últimas, cabe destacar la construcción de una tipología de edificios que se desarrolló durante todo el medievo y que continuó hasta más allá del descubrimiento de América. Se trata de las llamadas casas-torre. Una casa con forma de torre que las familias nobles construían para poder defender sus territorios ante cualquier tipo de invasión foránea. La rotundidad del edificio, el empleo de la piedra y el estilo arquitectónico que transita entre lo gótico y lo renacentista, los convierte en joyas de la historia bajomedieval y el reflejo de una alta sociedad diferenciada del resto de sus contemporáneos.
Muchas de estos edificios, por no decir la mayoría, fueron desmochados en época de Enrique IV, para evitar cualquier tipo de levantamiento que pudiera poner en peligro el reinado del monarca. Como consecuencia, se produjeron remodelaciones, ampliaciones y restauraciones que cambiaron por completo la fisonomía de estas viviendas. Eso sí, alguna todavía conserva su aspecto primigenio, a excepción de algún elemento característico como es el cadalso de madera, situado en la parte superior del edificio.
No sabemos si la firma arquitectónica Pfeffer Torode ya sabía de la larga existencia de este tipo de edificios. Tampoco si han estado en nuestro país, recorriendo el norte y los paisajes vascos en busca de inspiración. Lo que sí sabemos es que han creado una casa de entretenimiento en el campo, en el estado de Tennessee. Y su aspecto exterior recuerda mucho a estos edificios del medievo.
El uso de la piedra, la madera y la parte superior, rememorando el cadalso, hace pensar que la función defensiva del edificio medieval queda transformada en función lúdica o de entretenimiento. Esto se puede comprobar en el empleo de las cristaleras superiores y la ausencia al interior de cortinas o estores. El uso de un balcón en madera y de la piedra mampuesta recuerda a las casas-torre y a la arquitectura del medievo.
Al interior, el eje distribuidor de la vivienda es una excelente escalera de caracol, con peldaños de madera y pasamanos de hierro forjado. La decoración es una rara mezcla entre lo rústico, lo moderno y lo clásico, donde el cuero prima como una herencia del Lejano Oeste. Lo más destacable es el empleo de suelos de madera en todas las plantas, incluida la cocina.
Los dueños de esta casa-torre han conseguido construir un lugar de reposo y tranquilidad lejos del bullicioso ruido urbano. El entorno natural que lo rodea, las espléndidas vistas desde su interior y su peculiar ubicación, en lo alto de una colina, hacen que la palabra descanso sea el sinónimo que mejor la define.
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