Durante este fin de semana, los festejos alrededor del fuego se multiplican por todo el país. La noche de San Juan cita a grandes y pequeños alrededor de las llamas incandescentes para conmemorar el inicio del verano. Durante unos días el Sol alcanza el máximo de horas de luz presentes en el hemisferio norte para luego comenzar el camino contrario que culminará con el solsticio de invierno. Desde milenios las celebraciones solares han despertado el interés del ser humano. El culto al Sol nació en Egipto, donde el gran astro tuvo un culto muy activo y a través del cual se organizaba la vida civil. En las grandes construcciones de esta avanzada civilización encontramos una correcta alineación con estrellas, planetas e incluso con el mismo Sol. No sólo en Egipto, también en el resto de civilizaciones a lo largo del planeta, en todos los continentes. El ser humano compartía la visión que el astro solar era el responsable de la vida en la Tierra. Todo lo que acontecía en ella dependía de él, desde las inundaciones a las sequías, de la duración del día a la noche, de la llegada del frío y el calor.

Una de las construcciones que más simpatías recoge es el crómlech de Stonehenge. Los nuevos “celtas” acuden en masa para observar y recargar fuerzas espirituales durante solsticios y equinoccios. En nuestro país el tema pasa más desapercibido, a veces es casi desconocido. Y no es por ausencia de construcciones que, como un calendario solar, marcan estos eventos astronómicos de la vida del planeta.

En la geografía española podemos encontrar múltiples ejemplos de esto tipo de construcciones asociadas a estos fenómenos. En la ciudad de Jaca, en Huesca, se encuentra la iglesia de San Andrés de Abay. Edificada durante los siglos XI y XII, su estilo románico es fácilmente identificable en su exterior. Durante los dos equinoccios anuales se puede observar la entrada del sol por la única ventana que tiene situada en el ábside central. Recordemos que los equinoccios tienen lugar durante dos épocas del año que la duración del día y la noche es aproximadamente la misma (aequus noctis), al encontrarse los rayos del Sol transitando sobre la línea del Ecuador (donde la duración del día y la noche es similar durante todo el año). Si rizamos el rizo, dos santos marcan estos días del cambio de estación climática. El 19 de marzo se celebra San José, el santo varón que ejerció de padre de Jesús durante su encarnación terrestre y da paso a la primavera, el mes en que todo florece. Y el 21 de septiembre se celebra San Mateo, el primer evangelista que puso sobre el papel la vida, obra y milagros de Jesús, dando paso al otoño o a la madurez de la vida. Si además tenemos en cuenta la cantidad de celebraciones que tienen lugar durante estas fechas (Fallas, ferias, fiestas patronales…) pues se puede entender la importancia de seguir representando estos eventos cósmicos.

Otro ejemplo lo podemos encontrar en la iglesia de San Bartolomé de Ucedo, enclavado en el espectacular Cañón de Río Lobos, en Soria. Muy cerca de esta iglesia del siglo XIII se encuentra un antiguo castillo levantado por la Orden del Temple. Esta iglesia también fue levantada por esta orden religiosa y conserva un conjunto de canecillos y marcas de cantero muy curiosos. Además, en su pórtico sur, posee un pequeño rosetón de diez pétalos, que en el interior del edificio dibuja una estrella de cinco puntas. Sin embargo, aunque este rosetón puede despistar al visitante, el verdadero deleite llega el día del solsticio de invierno, cuando por este rosetón penetra la luz solar e ilumina la llamada “losa de la salud”, una cruz patada con una flor de seis pétalos en su interior que se encuentra tallada en el lado norte del edificio. Es curioso que el rosetón de diez pétalos ilumine una flor de seis pétalos más cuatro de la cruz patada (en total también diez). El diez es un número mágico que recoge la suma en par de dos del resto de números de la escala del 1 al 9 (9+1,8+2,7+3,6+4) e excepción del 5, que viene determinado por el dibujo de la estrella de cinco puntas que se refleja sobre la losa el día del solsticio. ¿Casualidad? Seguramente no. La mayoría de estas obras siempre contienen elementos de iniciación dentro de la Orden que solo son visibles para el futuro aspirante que va a formar parte de sus filas. Para el resto de mortales pasa inadvertido. La clave está tanto en el número diez como en el cinco, así como el día en que tiene lugar el evento. El solsticio de invierno tiene lugar durante los días que menos horas de luz tiene la Tierra. La palabra solsticio deriva de sol-sistere, sol parado o detenido. Ese es el efecto que ocurre durante los dos solsticios, tanto de invierno como de verano. El sol, durante unos días, parece parado antes de iniciar la pérdida o ampliación de minutos de luz, según vaya a empezar el verano o el invierno. Y si nos atrevemos a darle un significado a ese símbolo luciferino de la estrella de cinco puntas (símbolo de Venus también), podemos encontrar las respuestas a este magnífico evento que tiene lugar solo una vez al año y que coincide casi con la celebración del 25 de diciembre, el nacimiento de Jesús.

Es curioso que la mayoría de iglesias y construcciones que presentan este tipo de juego de luces con los eventos astronómicos más importantes de la vida del ser humano se den en la zona norte de nuestro país y en edificios religiosos cristianos. Es lógico si pensamos que, durante ochos siglos, la Península estuvo bajo la conquista islámica y, los primeros edificios cristianos levantados, se construyeron en las primeras zonas reconquistadas que fueron en la franja norte del la misma. Así no es extraño encontrar en la zona de Navarra otro de los efectos solares de los que hemos estado refiriéndonos hasta ahora. En la iglesia de San Martín de Guerguitiáin, durante el solsticio de verano la luz entra por la ventana del ábside central del templo. En el momento en que la duración del día es mayor que el de la noche, la luz recubre la cabecera de la iglesia como reflejo de Dios. No hay que olvidar que durante los días que tiene lugar el solsticio de verano se celebra el día consagrado a San Juan el Bautista. La figura del santo es más que aquella de ser el encargado de bautizar a Jesús en el Jordán. Representa la luz máxima. Si no, ¿por qué iba él a bautizar al Hijo de Dios? No tendría sentido que alguien inferior iniciara a alguien superior. Es como si, de alguna manera no escrita, nos indicaran que Jesús inicia el camino hacia la luz pero culmina en la figura de Juan el Bautista, que es el símbolo de la máxima iluminación espiritual “humana”.

Seguramente muchos de vosotros conocéis alguna iglesia, ermita o monasterio en vuestro pueblo o en alguno cercano que también cumple con alguna curiosidad relacionada con estos eventos solares. Todos ellos van más allá que el simple festejo alrededor del fuego que simboliza al mismo Sol. ¿Cuál de ellos te llama más la atención?