Uno de los elementos que hace de la arquitectura una herramienta dinámica y práctica es la búsqueda de soluciones ante problemas de construcción. En este terreno, el apoyo y ayuda de la figura de los ingenieros es clave. Desde que existe la civilización, en torno a la aparición de núcleos urbanos definidos y amplios, la capacidad de respuesta ante la aparición de elementos externos que pueden poner en peligro la existencia y la forma de vida de un asentamiento ha sido clave para la supervivencia. Uno de los ejemplos más claros es la búsqueda de vías factibles para hacer que las construcciones puedan permanecer en pie ante las inclemencias de la madre naturaleza.

Aunque en la ciudad de Cnossos del siglo XVIII a.C. ya había estas soluciones que no se redescubrieron hasta el siglo XIX con Schliemann, desde el siglo VI a.C. están documentadas soluciones de este tipo. En la antigua Cartago, situada muy cerca de la actual capital de Túnez, los ingenieros fenicios buscaron soluciones para elevar la altura de las viviendas en varios pisos y que fueran lo suficientemente fuertes y flexibles para soportar las embestidas de los terremotos que sufrían por el contacto y fricción constante de las placas tectónicas africana y euroasiática. Algo parecido se hizo en la Bizancio de Justiniano, cuando el emperador quiso levantar la magnífica iglesia de Santa Sofía en Constantinopla. La solución para ambos casos fue la misma: utilizar la madera entre tramos de mampostería que permitían mayor flexibilidad de los materiales ante los temblores. Si el cemento se había convertido en un material resistente al paso del tiempo, el empleo de la madera alternada con mampuesto había permitido encontrar la vía de salida al peligro de los derrumbes ocasionados por los peligros sísmicos.

Esta solución parece la más acertada, ya que podemos ver como los restos del palacio de Cnossos han llegado a nuestros días, la belleza de Santa Sofía de Constantinopla sigue casi intacta y Cartago pudo resistir las embestidas de Numidia y Roma. Porque seamos sinceros, Roma tuvo que asediar Cartago casa por casa para hacerla desaparecer del mapa. No fue una labor sencilla.

Así, aunque el uso de nuevos materiales en las construcciones actuales parece otorgarnos mejores estándares y calidad de vida, si no fuese por las soluciones antiguas no habríamos llegado hasta este punto de avance. Por lo que la reforma de una casa en la Emilia Romana, muy cerca de su capital, tirando de este tipo de recursos conocidos ha permitido obtener un resultado más que óptimo. Hay que partir de la base que los Apeninos Centrales atraviesan Italia de Norte a Sur. Y esta zona es una de las más inestables a nivel sísmico. Basta recordar el terremoto del año 2016 que sumió en el caos varias regiones cercanas al epicentro donde se originó la tragedia.

Partiendo ya de esta premisa, el estudio de Leonardo Peressa acometió la reforma de una casa unifamiliar, cuya estética estaba ya fuera de lugar. La vivienda fue construida a mediados del siglo pasado y había sufrido serios desperfectos por los constantes terremotos de la región. La idea de este estudio fue dotar a la casa de mayor estabilidad sísmica, por una parte, y actualizar todo su interior y exterior, por otra.

Así, para la construcción de la vivienda, la firma de Leonardo Peressa utilizó la antigua costumbre constructiva de hacer las paredes en mampostería y las vigas principales que sustentan las cargas en madera. Eso no quita que los denominados muros de carga sean de hormigón. Pero las vigas juegan así un papel fundamental en mantener la estructura apta para soportar las sacudidas del terreno. La cubierta del tejado ha sido realizada en madera y se ha revestido con unas planchas metálicas para hacerla más liviana y aligerar las cargas a las vigas y los muros.

El interior de Leonardo Peressa es diáfano y resulta bello a la vista. Todas las vigas de madera que sustentan el primer piso y la cubierta han quedado al descubierto. El juego entre la madera de la estructura vista, junto con el mobiliario y las paredes blancas, ofrecen un aspecto liviano, limpio y suave. Incluso el pasamano de la escalera es blanco para no romper este juego visual. Si a ello le añadimos la actualización de cañerías, instalación eléctrica y electrónica, calefacción y aire acondicionado, el resultado es la casa más moderna del vecindario.
La casa de Reggio Emilia de Leonardo Peressa resulta así diferente, adaptada a la estética contemporánea de sus compañeras de calle, diáfana y liviana. De ser la casa más antigua y obsoleta de su barrio ha pasado a ser la más actual del lugar. Aunque ello no quita que sus soluciones constructivas sean herederas de la tradición arquitectónica más antigua de Europa.
Fotografía Ricardo de Vecchi.
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