¡Hola! ¿Hola? Sí, tú. El que tiene los ojos incrustados en la pantalla del móvil. Levanta la cabeza y mírala. Tienes a la chica del Tinder que te acaba de interesar delante de ti en el asiento del metro… ¡Pero deja el móvil y mí-ra-la!
¿Por qué no la dices nada? Bueno claro, para eso tendrías que darte cuenta de que está ahí delante.
Bueno tranquilo, no pasa nada, te enterarás de que os habéis cruzado a través de Happn y tendrás otra oportunidad. Sí, Happn, esa aplicación que te permite ligar con las personas con las que te has ido cruzando durante el día.
No podemos negar que las nuevas tecnologías y la era del 2.0 ha cambiado el mundo. La manera en que nos informamos, cómo nos comunicamos y, en consecuencia, la forma en la que nos relacionamos en el día a día… ¡Y en el amor!
Las redes sociales o aplicaciones de ligoteo nos ofrecen la posibilidad de conocer gente con la que tal vez no coincidiríamos de otra forma, nos permite decir o hacer a través de la pantalla lo que no siempre nos atrevemos a hacer cara a cara, nos ayuda a romper barreras. Abre un abanico nuevo de oportunidades, pero también tiene sus desventajas y seguro que muchas las conocéis…
Igual estás leyendo esto en el metro, si es así (y si no es así, también), te proponemos un experimento: mira a tu alrededor. ¿Cuántas personas no están usando un móvil en este mismo momento? ¿A cuántas personas podrías mirar a los ojos en este instante si quisieras interactuar?
La parte positiva para los fisioterapeutas es que se van a hacer ricos porque… ¡Nos va a dar un tirón en el cuello de tanto mirar el móvil! ¡Más de 150 veces al día! Vamos, que vemos el móvil incluso más que los capítulos repetidos de los Simpsons. Cualquier día la evolución hará que nos salga un tercer ojo en la frente para poder mirar por dónde vamos al caminar y no comernos el móvil del que viene de frente.
¿Por qué no responde? ¿Por qué no te contesta ese tío o tía tan mona y tan majo que conociste el otro día? ¿Está online? ¿Qué le pasa a tu chica que no ha dicho nada de lo que le enviaste hace 3horas? ¿Por qué ese tío que te estaba friendo a mensajes ahora parece que ha desaparecido de la faz de la tierra en una semana? ¿Por qué ya no te manda corazoncitos y te da los buenos días?
Todos estos datos comunican, nos dan pistas, sí. Pero la pregunta que os planteamos es otra: ¿por qué todo esto acaba generándonos ansiedad y control? Igual pasa de ti -que puede ser-, o igual simplemente se está tomando un tinto de verano en la terraza y no le apetece responder, pero eso no significa que no quiera saber de ti mañana.
Es como si no toleráramos la espera, la incertidumbre. Esa necesidad de ‘inmediatez’ nos genera con frecuencia ansiedad, obsesión y búsqueda de control, lo que suele traducirse en malentendidos, enfados y discusiones. Esto se intensifica en los más jóvenes, que por suerte o por desgracia, no han tenido que enviar nunca una carta de amor a su amado en las vacaciones de verano y esperar su respuesta.
El buen uso de la tecnología abre un sinfín de oportunidades, estas aplicaciones nos permiten ampliar el abanico de personas a las que acceder, pero también dan lugar a una selección rápida basada en la primera impresión. A veces las cosas de palacio van despacio y esto no contribuye a que «perdamos tiempo el tiempo suficiente» conociendo a alguien que quizá merezca la pena porque ‘hay muchos peces en el Tinder’.
La forma de conexión es rápida, y aunque la pantalla nos permite hablar de cosas personales rápidamente, esto también puede contribuir a que la desconexión también sea rápida, ya que las relaciones tienden a adquirir menos profundidad, el esfuerzo que supone que crear la vinculación no requiere tanta dedicación y eso hace que a veces desemboca en que se valore menos.
Abordamos temas serios o resolvemos problemas (o mejor dicho, tratamos de resolverlos) por Whatsapp en vez de a la cara, lo que genera con frecuencia más problemas aún. El tono de la conversación no lo ponen las letras, sino nuestras cabezas. ¿Por qué creeis que existen los emoticonos? No es sólo para mandar la gitana bailando a tus amigos cuando estás de fiesta y vas como Las Grecas, y a veces, ni con ésas.
Pero llega el colofón final, la tecnología ha cambiado la forma de construir el amor ¡pero también el desamor! Relaciones intermitentes que tan pronto se brasean como se bloquean. Ahora romper con el amado/a también puede suponer romper con su whatsapp, echar de menos esa continua conexión a la que te habías acostumbrado. Romper con su Facebook para poder separarte y no alargar el duelo en el tiempo viendo cosas que te perturban o te dañan por ejemplo.
El día que Nokia inventó lo de ‘connecting people’, ya podrían haberse acordado de incluir el ‘disconnecting’… Mientras tanto, si todo esto somos capaces de hacerlo a través de la pantalla, imaginaos lo que somos capaces de hacer con una taza de café de por medio… Si nos arrancamos y vencemos los miedos -o lo intentamos-.
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