Poco precisa el chocolate para ofrecerse a la vista aún más irresistible de lo que ya promete con su apetecible aspecto natural. No requiere de decoraciones extremadamente profusas para ostentar el liderazgo en el menú de pecados gastronómicos. A pesar de ello, algunos artistas culinarios se empeñan en ensalzar sus posibilidades estéticas para potenciar su carácter tentador y convertirlo así en la pesadilla prohibida de ‘cacaoadictos’ sometidos a una cruel disciplina hipocalórica.
El secreto del placer sensorial que suscita el chocolate – con base científica probada ya que radica en la producción de una sustancia química natural – en ocasiones viene alentada por una seducción visual previa que le hace todo un ineludible embaucador. La creatividad de estos gourmets logra concebir sutiles formas con las que subliman textura, color y esencia para ofrecer dignas esculturas gastronómicas que invitan irremediablemente a caer en la tentación de degustar su sabor.
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La versatilidad del chocolate ha inspirado dulces creaciones en manos de artistas como Oriol Balaguer. Este catalán, Premio Nacional de Gastronomía, ha significado toda una revolución en el mundo de la chocolatería: decidió aderezar su arraigada tradición familiar pastelera con sus conocimientos en diseño y estructuras artísticas dando como resultado increíbles obras marcadas por una incuestionable sensibilidad, a la par que elegancia y originalidad.
Su creación ‘Las siete texturas del chocolate’, hoy ya superada con una creación que aporta ocho, le hizo conquistar en 2001 el premio al Mejor Postre del Mundo, un galardón que auguró posteriores éxitos y premios que le han encumbrado a lo más alto del panorama creativo gastronómico. Sin exageradas ornamentaciones y desde el pleno dominio de la materia prima, este artista ha afianzado sin lugar a dudas su clara capacidad para fusionar diseño, estética y dulzura, un mérito reconocido por su mentor, Ferrán Adriá.
Prueba de ellos, son sus huevos de Pascua conceptuales: la ligereza deja de ser un concepto y se transforma en realidad bajo su ingenio. Compone increíbles formas que se erigen en estructuras cuya estabilidad parece inalcanzable pero que dan como resultado sinuosas formas ligeras, incompletas y sugerentes.
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Similar punto de partida tuvo el también catalán Enric Rovira, cuyas famosas Monas de Pascua se convierten en verdaderas esculturas de tonos chocolate. Su afición al dibujo, a la fotografía y a los trabajos creativos confieren a estos originales huevos de pascua un carácter inusual que le identifica. Sus colecciones Gastronomic, donde el valor principal son los ingredientes y las combinaciones del chocolate; Barcelona, inspirada en elementos arquitectónicos de la ciudad; o Parfum, chocolates elaborados con esencias naturales, son sólo algunas de sus exquisitas obras de arte marcadas por la sofisticación
El lema de Rovira es la permanente innovación. Moldes diseñados previamente para albergar a originales huevos que serán después ornamentados con pistolas decorativas le ayudan a idear una nueva mona cada año más extraordinaria que el anterior. La compleja sencillez de sus creaciones, en ocasiones elaboradas junto a personalidades como Subirachs o Mariscal entre otros, han traspasado las fronteras hasta ciudades como Nueva York o Tokio.
El maestro chocolatero Hans Ovando, representante español en el World Chocolate Masters celebrado en octubre en el Salón del Chocolate de París, se alzó con el premio al ‘Mejor Bombón Bañado’ en este célebre certamen; una calidad que ya fascinó a los asistentes en la semifinal celebrada en nuestro país y que conquistó con su Tarta Batlló. Con una progresión brillante y una inteligente improvisación que afianza en una gran tenacidad e incansable esfuerzo, este pastelero de origen chileno demostró ser uno de los grandes en este encuentro.
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Duros rivales en la batalla del arte del cacao son Francia o Bélgica que se sitúan en el mapa como grandes países chocolateros y que aprovechan su tradición gourmet y su pasión por el arte para rendir un distinguido homenaje a este ‘oro gastronómico’. La Academia Francesa de chocolateros y pasteleros es fiel testigo de este savoir fair’. Su asesor técnico, Philippe Bertrand – Ganador del premio Meilleur Ouvrier de France (Mejor Artesano de Francia) en 1996 – se posiciona como un claro protagonista de la escena gastronómica francesa.
Uniendo su creatividad a la de Martin Diez, ha logrado un tándem de genialidad cuyas obras se bañan a partes iguales en la riqueza multicolor -lograda con manteca de cacao pigmentada- la sutileza de los relieves -gracias a polvos creativos- y la originalidad de las cristalizaciones de chocolate.
La lista de maestros y artistas chocolateros es inabarcable y las técnicas utilizadas están en permanente innovación. Los gourmets del cacao prometen, afortunadamente, seguir sorprendiéndonos y haciéndonos sucumbir este dulce placer sensorial.
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