El ciclismo urbano ha dejado de ser una moda de ‘hipsters’. Recorrer el trayecto a la oficina sobre dos ruedas, sintiendo los tonos violetas del amanecer en lugar de verlos tras un cristal o tener que ignorarlos en el suburbano se ha convertido en una pasión que cada vez comparten más trabajadores.

Ámsterdam, Berlín, Londres o Eindhoven, localidad en la que incluso han construido una enorme rotonda flotante para los ciclistas, son algunas de las urbes ‘bike friendly‘. Sevilla, San Sebastián y Vitoria figuran entre las ciudades más adaptadas a este medio de transporte en España. En Madrid, además de contar con el polémico servicio BiciMad, se erigen templos del ciclismo como La Bicicleta, un ‘workplace’ preparado para que dejes a tu compañera colgada y te pongas a trabajar.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando regresas a tu hogar con tu bicicleta bajo el brazo? Seguramente, el día que te la compraste te diste cuenta de las dificultades para acogerla en tu hogar y te percataste de que no encaja con la decoración de tu domicilio. Por eso has acabado arrinconándola detrás de una puerta o exhibiéndola colgada en la pared cual obra posmoderna.

«Ha sido un poco sacrificado, pero ahora las vendo más y la gente lo conoce más», nos cuenta.

Varios medios internacionales se han hecho eco de su proyecto y destacan la sencillez y discreta elegancia de esta colección de muebles ideada por un ciclista con ganas de reconciliar la arquitectura de interiores con el vehículo de dos ruedas que nos descubre el mundo fuera de las paredes del hogar. Al final, las ideas sencillas pueden ser las más exitosas.