A la hora de adquirir una vivienda de segunda mano muchos de sus desperfectos no quedan a la vista. Si hay algún tipo de problema técnico a simple vista no se ve. Y hasta que no se acomete la remodelación no sale a la luz. Muchas veces el comprador puede pensar que ha hecho un mal negocio comprando una casa que es una ruina. Y razón no le falta.

Algo así debió pensar el dueño de la casa Punamora. Al adquirir una casa de pueblo tradicional no pensó que había adquirido una vivienda con sorpresa. Lo primero que llama la atención es el desnivel de los diferentes tramos de la vivienda. Para sortearlos, el estudio Taller Ponti de arquitectura ideó una solución a base de pequeños escalones que quedan bien camuflados con el uso de un suelo de loza. Sin embargo, el principal problema venía del interior de la vivienda. Las vigas de madera que se utilizaron en su construcción original presentaban carcoma. Así el estudio de Taller Ponti sustituyó la madera por acero y dispuso una cámara de ventilación para evitar que la humedad del terreno volviese a dañar la estructura.

La casa Punamora presenta al exterior una fachada vista en hormigón y el uso de ventanas de madera para darle un aire más rústico. En el interior esta influencia se ve en el uso de los suelos de loza, las paredes blancas, los techos con teja vista y el uso de cerámica de color terroso en cocina y baños. La vista resulta así diáfana en los espacios pero concreta en los elementos que quiere resaltar.

La casa Punamora de Taller Ponti se convierte así en un ejemplo de restauración meticulosa, donde se busca soluciones a largo plazo a los problemas estructurales. Donde se podía haber encontrado una “ruina” gracias a una puntual transformación hemos hallado una casa diáfana, que ofrece una comodidad gradual en sus desniveles, donde todo queda perfectamente salvado y ensamblado. El conjunto ofrece así amplias posibilidades en un entorno único y rural.

Fotografía José Hevia.