Durante estas semanas de calor intenso, en los países del norte y centro de Europa, han circulado varios artículos y vídeos con recomendaciones, nada más y nada menos, tomadas de los españoles. Parece ser que, en las casas de nuestros vecinos europeos, carecen de cualquier tipo de equipamiento adecuado para pasar los intensos días de calor que el verano nos está regalando. Entre esas recomendaciones llamaba especialmente la atención que se hiciera referencia a la “siesta” como uno de los remedios para hacer frente a las altas temperaturas. ¿Siesta? Será para los afortunados que pueden disfrutar de una jornada intensiva. Para el resto de los mortales la jornada laboral termina 8 o 9 horas después de haberla iniciado. Incluso más. Se nota que nuestros vecinos no terminan de comprender cómo funcionan aquí las cosas. O es que toleramos el calor mejor que ellos…

El sueño de Jacob, Ludovico Cardi.

Sutilezas aparte, lo cierto es que el calor afecta a la calidad del sueño durante el estío. Este hecho y los artículos arriba mencionados me trajeron a la memoria algunos cuadros que tratan de representar los sueños en el mundo del arte. Cuando uno no puede dormir, independientemente de las causas, el cerebro hace extrañas sinapsis que pueden resultar delirantes, curiosas o geniales. En este caso, la reflexión fue fructífera. Dos de los episodios más representados durante el Renacimiento y la Edad Moderna, puede que por influencia del Concilio de Trento, fueron dos de los sueños bíblicos más conocidos en la historia del cristianismo.

El sueño de Jacob, Bartolomé Murillo.

El primero, el llamado sueño de Jacob. El protagonista bíblico iba de camino a la ciudad de Jarán cuando la noche estaba cayendo. Decidió dormir en mitad del mismo cogiendo una piedra para utilizarla como almohada. Entonces, cuando Jacob ya estaba dormido tuvo un sueño. En él aparecía una escalera de diez peldaños por donde subían y descendían los ángeles del Cielo. El Señor se le apareció en el sueño y le dijo que ahí era el lugar donde debía instalarse con su familia y perpetuar su estirpe. Esa escalera de 10 peldaños representa el ascenso de la escala evolutiva del alma en sus distintos niveles. Una manera muy gráfica de indicarle a Jacob que hasta que el alma no haya evolucionado y cumplido su misión terrenal, vía cuerpo humano, no puede llegar a Él.

El sueño de José, Rembrandt.

El segundo, es el llamado sueño de San José. Cuando el pobre José se encuentra con el papelón del embarazo de su esposa María, sabiendo a ciencia cierta que el hijo que espera no es de él, decide repudiarla en privado. Esa misma noche el arcángel Gabriel se le aparece en un sueño y le comunica que el hijo que espera su mujer es obra y gracia del Espíritu Santo. El nombre que deberá llevar esa criatura será Jesús. Aunque desde “arriba” parece estar todo controlado con esta visita nocturna vía sueño, menudo drama para el pobre José, con el que no dejamos de solidarizarnos. A ver qué hubieras hecho tú en su lugar.

El sueño de Constantino, Piero della Francesca.

Pero no sólo las historias bíblicas eran representadas en el mundo artístico de la Edad Moderna. Hay alguno de contenido histórico que también llama la atención. Así, a mediados del siglo XV Piero della Francesca es capaz de plasmar el sueño del emperador Constantino como uno de los hitos de la historia de Roma y de la Iglesia. La leyenda narra que el emperador Constantino iba con sus tropas camino de la batalla que iba a librar contra Magencio. Cuando llegó al campamento enemigo, instalado a orillas del río Tíber junto al puente Milvio, y comprobó la ferocidad de los bárbaros que componían parte de las tropas de su enemigo, tuvo miedo. Durante la noche, un ángel se le apareció para decirle que si luchaba bajo el signo de la cruz de Cristo vencería. Las consecuencias de dicho enfrentamiento todos las conocemos: Constantino venció a Magencio y en agradecimiento al Dios de los cristianos convirtió el cristianismo en la religión oficial de su imperio.

La pesadilla, Heinrich Füssli.

Pero también el mundo pagano tiene su hueco en las manos de los artistas. El mundo de los espíritus tiene una clara representación en la famosa pintura de Heinrich Füssli titulada La pesadilla. Y no un espíritu cualquiera. Un travieso íncubo, un pequeño demonio que busca satisfacer su apetito sexual con una mujer, es el ser elegido para representar una pesadilla vivida por la protagonista del cuadro. Y sabemos que es una pesadilla por el burro con ojos en blanco que aparece junto a los protagonistas. La palabra inglesa para pesadilla es nightmare, que está compuesto por la palabra night, noche, y la palabra maere, un demonio de la noche que puede confundirse con la palabra mare, empleada para referirse a yegua.

El sueño de la razón produce monstruos, Francisco de Goya.

Finalmente, el sueño que mayor terror puede producir en la mente humana es el producido por la propia razón. Goya ya lo plasmó en su serie de grabados denominados Caprichos y que recogen las reflexiones más profundas del pintor sobre la sociedad de su época. El sueño de la razón produce monstruos representa muy bien la ignorancia y la falta de conocimiento por parte de todos los estamentos sociales de aquel momento, sus vicios y sus estupideces. La razón aparece representada por las lechuzas, símbolo innegable de la sabiduría y la inteligencia. Pero esas aves aparecen en actitud de ataque, perturbando la paz de la figura masculina que aparece durmiendo sobre unos folios y una pluma de escribir. La razón no es fiable al 100%, también comete errores. Nada mejor que una pesadilla para mostrar que la razón nos juega malas pasadas si no se equilibra con una parte de intuición y de prudencia. Una premonición de lo que en pocos años sufriría España durante la Guerra de la Independencia y sus consecuencias.