Uno de los perfiles más olvidados pero que mayor peso tiene dentro del proceso de conservación de la cultura dentro de un museo es el de conservador. El conservador es esa figura que pasa de puntillas, casi desapercibida, dentro del edificio pero cuya labor es imprescindible para la buena conservación de las obras. Sin ellos, la mayoría de las obras ya habrían sido pasto de los años, de su deterioro irreversible y sólo podríamos haberlas conocido vía fotografía. O incluso, ni eso.

Sin embargo, aunque a ojos del visitante la figura del conservador es casi fantasmagórica, dentro del organigrama del museo es la que mayor peso tiene. Casi se podría decir que son las figuras en torno giran el resto del equipo, conformado por puestos de gestión que tienen como misión que el visitante pueda disfrutar de la exposición, con las máximas garantías posible. El conservador es la figura que decide todos los pormenores que van a afectar a las obras dentro del edificio, desde la luz, la humedad, el CO2 al que va a estar expuesto, la temperatura…  y es el máximo responsable si la obra sufre cualquier desperfecto.

Además, si la obra sufre cualquier tipo de anomalía es el encargado del proceso de restauración de la misma. Y este proceso no está exento de peligros y posibles meteduras de pata. Hay que tener en cuenta desde el tipo de soporte sobre el que se realiza la pintura, como el tipo de pigmentos que se han utilizado (y que han ido variando y cambiando a lo largo de los siglos), como el aglutinante empleado, la preparación inicial del soporte (si tiene), el barniz utilizado para culminar la obra… Si el restaurador comete algún error en este proceso puede dar al traste con una obra de arte de importancia. El conservador se convierte en el máximo responsable si esta catástrofe ocurriese.

Para ilustrar este complicado proceso, el restaurador estadounidense Julian Baumgartner ha realizado un vídeo muy completo sobre el tema. Desde el departamento de Bellas Artes de la ciudad de Chicago, Baumgartner muestra un proceso meticuloso, lento, cuidadoso y difícil para conseguir un resultado óptimo, incluso con técnicas empleadas en Japón para la conservación de las fibras textiles utilizadas como soporte. Baumgartner, explica con cuidado el proceso de eliminación del soporte de madera de la pieza, bastante perjudicada con el paso del tiempo y que no hace mucho bien a la pintura original. El resultado final de la restauración, incluido los retoques, es una obra que recupera el esplendor que tuvo no exenta de peligros.