En 1895, Wilhelm Röntgen, mientras investigaba las propiedades de los rayos catódicos, se dio cuenta de la existencia de una nueva fuente de energía hasta entonces desconocida a la que bautizó como radiación X. Un descubrimiento que 6 años más tarde le valió para ganar el Premio Nobel de la Física y que 100 años más tarde se convertirían en pequeñas obras de arte bordadas de la mano del americano Matthew Cox. Y es que, este artista de Filadelfia, utiliza como base para sus impresionantes obras el frío plástico de las radiografías para darlas toda la calidez de los bordados a mano.
Licenciado en el Parsons School of Design en Nueva York y en el Otis College of Art and Design de Los Ángeles, este artista ha expuesto sus originales obras a nivel internacional y está presente en diversos museos y galerías de arte como parte de colecciones públicas y privadas. Y no es de extrañar, porque sus bordados adquieren nuevos significados tales como la curación y los cuidados para las roturas de las imágenes de los rayos X.
“Encontrar dos materiales divergentes y combinarlos crea, en mi opinión, una nueva entidad que con suerte altera la sensación de realidad del espectador”, dice el artista. De esta forma, luz y oscuridad, razón y emoción se unen para traernos nuevas formas de disfrutar el arte y ver la belleza escondida de las cosas más crudas. Un binomio difícil de imaginar pero digno de admirar.
Deja una respuesta