La galería Camera Work en Berlín muestra (hasta 7 de octubre) 50 fotógrafías y Polaroids de Close Up, la serie más emblemática del fotógrafo a lo largo de 25 años.

En 1998, el fotógrafo Martin Schoeller disponía de diez minutos para fotografiar a la actriz Vanessa Redgrave. Para ese primer plano él utilizó una iluminación fluorescente específica, que había descubierto unos años antes, mientras trabajaba como asistente de la fotógrafa Annie Leibovitz. Una vez publicado en la portada de la revista Time Out, el retrato de Vanessa Redgrave cambió la vida y la trayectoria de Schoeller para siempre. Desde entonces, su teléfono no ha dejado de sonar.
En cuanto a los retratos Close Up, se han convertido en su sello personal más destacado. En este formato de retratos súper cercanos, Martin Schoeller sigue fotografiando a personajes famosos, artistas, políticos. Pero también a supervivientes del Holocausto, personas sin hogar o personas condenadas a muerte y luego exoneradas. Martin Schoeller es hoy uno de los fotógrafos de más renombre en el mundo. Sus fotografías se publican regularmente en National Geographic, The New Yorker, GQ, Vogue. Es autor de varios libros publicados por teNeues y Steidl.

Ahora, una de las principales galerías europeas especializadas en fotografía, Camera Work de Berlín (representa a Martin Schoeller desde 2005) muestra hasta el 7 de octubre la exposición Martin Schoeller con cincuenta fotografías de su serie Close Up. La mayoría son expuestas en una galería por primera vez. Las fotografías Polaroid incluidas, que documentan su proceso de trabajo, tampoco se habían expuesto antes.

Hablamos con Martin Schoeller en Zoom desde Nueva York.
Close Up se ha convertido en su proyecto más reconocible. ¿Qué ha cambiado desde que comenzó hace casi veinticinco años?
Sigo haciendo estos retratos en película, con la misma luz y el mismo fondo, aunque al principio los colores eran más saturados. Todavía tengo suficiente con un espacio muy pequeño, de unos tres metros y medio por dos metros y medio. Lo he hecho prácticamente en todas partes: en garajes y oficinas, en el despacho de Angela Merkel, bajo un árbol en África o en el Amazonas, donde la luz es demasiado fuerte durante el día y por eso tengo que disparar de noche. Puedo arreglármelas solo, pero suelo tener un asistente que carga las películas mientras yo hago las fotografías, así se ahorra tiempo. Después de tantas veces puedo hacerlo con los ojos cerrados.
Cuéntenos de alguna sesión de fotos muy especial.
Una de mis favoritas fue con Johnny Cash (1932-2003) en su casa de Tennessee, al norte de Nashville, unos meses antes de que él dejara este mundo. Estábamos los tres solos con su mujer June Carter (la músico y actriz estadounidense murió en mayo de 2003, cuatro meses antes que Johnny Cash.). No había servicio doméstico, ni asistentes o agentes. Fue tan emotivo que incluso lloramos al final, porque todos nos dábamos cuenta de que sería la última sesión de fotos de Johnny. También fue una experiencia muy especial encontrarme en medio del Amazonas con un grupo de indígenas a los que no entendía, pero les seguía por la selva y hacía fotos mientras cazaban. Lo mejor de mi profesión es que me permite entrar en todos estos mundos en los que nunca me habría encontrado sin mi cámara.

En alguna oacasión ha contado que su carrera despegó después de hacer el retrato de Vanessa Redgrave. Entonces sólo disponía de diez minutos, ¿cuánto tiempo necesita hoy?
Depende de la persona, los actores son bastante complicados porque casi nunca se parecen a sí mismos. Saben qué postura o expresión les favorece y están constantemente haciendo algún gesto o mueca. Es muy difícil pillarles en un momento en el que sean naturales. Los políticos, por el contrario, no pasan tanto tiempo frente al espejo y, en consecuencia, no son tan conscientes de cuál es exactamente su mejor aspecto en cada momento del día.
Intento conseguir una expresión facial neutra, como si no esperaran ser fotografiados. A veces, después de una sesión de veinte minutos, reviso las hojas de contacto y no me gusta ninguna. Otras veces es posible tenerlo todo hecho en dos minutos. Normalmente quince o veinte minutos son suficientes. Si no me gusta una sola imagen de una sesión, simplemente no la incluyo en una exposición. Todas las fotografías las apruebo yo mismo. Por lo demás, me gusta fotografiar por igual a Julia Roberts y a Angela Merkel.
Después de tantas veces puedo hacer los Close Ups con los ojos cerrados.
¿Ha habido personas a lo largo de los años que han querido volver a ser fotografiadas para la seria Close Up?
La mayoría han sido encargos para revistas. Resulta casi imposible pensar en alguien a quien fotografiar, llamarle y que acepte. Sería estupendo, pero desgraciadamente no funciona así. A la mayoría de la gente no le gusta ponerse delante del objetivo a menos que estén haciendo promoción. Fotografiar a famosos es sobre todo un negocio en el que tienen que promocionar una película, un álbum, un espectáculo, un cuadro o un libro.


Sin embargo, ¿no les interesa a las estrellas ser fotografiadas por un fotógrafo consagrado?
No, porque quieren tener los derechos sobre la foto. Se hacen fotos, luego las procesan y editan con varias aplicaciones. Lo último que quieren es que un fotógrafo como yo tuviera los derechos sobre las fotos, aunque sean más interesantes o profesionales. Además, no creo que la fotografía en general sea especialmente interesante o importante para la mayoría de los famosos. Todos quieren ser atractivos; las mujeres, sobre todo, insisten en parecer diez años más jóvenes y cinco kilos más delgadas. En ese sentido, mis primeros planos no son el estilo de fotografía que se considera bonito. Por lo demás, creo que mi iluminación es muy buena, todo está muy suavizado, los ojos y la piel se ven muy bien, pero créame, a la mayoría de la gente le dan hasta miedo mis Close Ups.
En sus retratos todo el mundo parece tranquilo y relajado. ¿Cómo lo consigue?
Nos sentamos y hablamos de cosas, les pregunto algo, intento hacerles reír. Hago una foto, incluso mientras se están riendo. Intento no darles demasiadas indicaciones. Lo mejor sería que casi se olvidaran de que están posando.
¿Le llega su opinión sobre el resultado de la sesión de fotos?
Casi nunca, y me alegro bastante de ello, porque si no la mayoría de la gente preferiría que no los utilizara. No soy amigo de los famosos a los que fotografío, para mí es un trabajo. Me alegro de que sus opiniones no me afecten porque, de lo contrario, probablemente me habría dejado influir en el procesado y habría hecho algunos cambios. Me guío por lo que a mí me gusta.
¿Tiene algún requisito especial en cuanto a su aspecto?
Dejo en sus manos la elección de cómo quieren mostrarse. No doy ninguna orientación en cuanto a ropa, peinado, maquillaje, para no interferir en su estilo personal. Además de fotógrafo, también me considero un documentalista de la gente de mi tiempo tal y como deciden presentarse.
Alguna vez ha mencionado que primero necesita hacer de diplomático y político.
Sólo un tercio de mi trabajo es fotografía. El talento de diplomático es aún más necesario en otros proyectos más conceptuales, en los que tengo que convencer a la persona para que pose con la cara pintada de blanco, con flores en la cabeza o con una camisa de fuerza.

¿Cuánto control tiene sobre las fotos? ¿Hubo algún caso en el que alguien no quisiera ser mostrado?
En Estados Unidos, por lo general, si alguien acepta ser fotografiado, yo como fotógrafo tengo los derechos sobre las fotos y puedo hacer con ellas lo que quiera. A menudo ni siquiera las ven, no tienen que aprobarlas ni tampoco tengo que pedir permiso para utilizarlas. Hay algunas excepciones, sobre todo últimamente. En los últimos cinco años, algunos publicistas se han vuelto tan poderosos que con ciertas personas muy famosas, como Taylor Swift, Paul McCartney, o Elton John, he tenido que firmar un contrato antes de fotografiarles. Según las cláusulas estaba obligado a obtener su aprobación. Fotografié a McCartney, creo que sale estupendamente, le envié las fotos y no quiso que la utilizara, así que no está incluida en la exposición. Pero eso es el uno o el dos por ciento de la gente con la que trabajo. Rara vez firmo contratos así.
¿Está su estilo protegido de alguna forma contra el plagio?
Mucha gente ya me ha copiado o ha imitado mi estilo. Siempre he pensado que si asumimos que la fotografía es un arte, está abierta a infinitas interpretaciones y copias por parte de otras personas. Una persona había hecho Close Ups con sellos, otra con alfileres, unos cuantos habían pintado cuadros utilizando mis fotos. Sería genial hacer una exposición con obras de personas a las que he inspirado.
Ha trabajado con gente muy alejada del star system, entre ellos vagabundos, drogadictos, condenados a muerte y luego exonerados ¿Hay alguna diferencia a la hora de acercarse a ellos?
Fotografiar a gente en una esquina en la calle, donde instalo un estudio improvisado, es en cierto modo más fácil porque no tengo limitaciones de tiempo, ni publicistas, editores o agentes que miren por encima de mi hombro. Pero emocionalmente es mucho más difícil trabajar con gente de la calle que lucha contra la drogadicción, ha estado en la cárcel, a veces están drogada, deprimidos o sufren de paranoia. Pero al mismo tiempo, es más fácil conseguir una buena foto con ellos.

Usted fue asistente de Annie Leibovitz durante tres años. ¿Reconoce ahora al nuevo Martin Schoeller entre sus asistentes?
Mi primer asistente, Ben Baker, es un fotógrafo bastante famoso. El segundo se hizo piloto de helicóptero, está apagando incendios en California. Mark Ian es sobre todo fotógrafo corporativo y comercial en Toronto, otro asistente está especializado en bodas de la comunidad LGBTQ+. El problema es que mi profesión ya no existe para los jóvenes.
¿A qué se refiere?
Mi trabajo es similar al de Annie Leibovitz, sobre todo para revistas y algunos proyectos un poco más comerciales. Pero cada vez hay menos trabajo para fotógrafos editoriales. La gente famosa, con sus perfiles con millones de seguidores en Instagram, ya no necesitan a alguien que les fotografíe para una revista, aunque ésta tenga doscientos mil lectores. Ellos mismos llegan a una audiencia de cinco millones. Así que promocionan sus películas, su música, sus libros en sus propias redes sociales. Esto convierte a las revistas en obsoletas, de hecho la mayoría están cerrando. Por eso creo que la profesión de fotógrafo editorial ya ni siquiera existe. Las opciones son convertirse en fotógrafo comercial o en artista. Irving Penn y Richard Avedon, por ejemplo, hicieron mucho trabajo comercial, publicidad, moda, retratos, pero consiguieron hacer carrera como artistas al mismo tiempo.
¿Y cómo cree que afectará la inteligencia artificial a la fotografía?
Al igual que Internet ha cambiado nuestra vida cotidiana, la IA es otro de los grandes puntos de inflexión, con un profundo efecto en nuestro tejido social. Muchos fotógrafos serán sustituidos por imágenes creadas por la IA. Quizá los primeros más afectados sean los ilustradores, ya que tecleas unas palabras clave y obtienes una ilustración. También la fotografía de moda, porque ahí lo importante es que las imágenes se vean bien, no si son reales. Los autores también están muy amenazados, ese es uno de los motivos por el que hacen huelga en Los Ángeles. Para la fotografía de estilo de vida será un poco más complicado. También, ese proceso va a ser más lento con los retratos de famosos porque la gente quiere ver cómo son en la realidad.

Imágenes © Martin Schoeller, AUGUST / Courtesy of CAMERA WORK Gallery
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