En mucha ocasiones queriendo o sin querer dejamos salir al animal que llevamos dentro, muchas veces manso y otras agresivo, pero el animal que queremos esconder está ahí y Charlotte Caron lo conoce. Licenciada en Bellas Artes en la Escuela de Arte de Rennes, ya destacaba en su promoción, en 2011 consigue el Diplôme National d’Art Plastique con distinción en expresión plástica y en 2013 el Diplôme National Supérieur d’Expression Plastiquees, todo un ‘cerebrito’ del mundo artístico francés. Una artista que gracias a su pasión por el arte consiguió lo que muchos de su generación anhelaban realizar: Un workshop de escultura en mármol en el Louvre.

Una carrera que prometía desde sus inicios, y que gracias a su serie de retratos en los que la búsqueda del ser y dualidad se rigen como protagonistas de su obra, la han dado su merecido reconocimiento internacional. Unos retratos en los que el acrílico es la materia prima y la identidad personal su sentido. Una serie que gracias a la unión entre el ser humano y el animal, mediante la superposición de máscaras en un retrato clásico, provocan la animalización del ser humano.

SEALUnos retratos que se presentaron como proyecto en su tercer año de carrera y que sentaban las bases de su trabajo con la figura humana y sobre todo con el cuerpo, dejando de lado la cabeza, que tanto atraía a la joven Caron. Una serie que sirve como símbolo de una sociedad que se pone una máscara ante sus relaciones sociales y laborales. Una sociedad que no se enfrenta a sus problemas. Una sociedad que no ve más del yo. «Esta serie de pinturas y fotografías tratan de responder a un formulario de dualidad que mediante la pintura se convierte en un retrato animal», «todo ello para crear en última instancia una ósmosis entre los dos medios: animal y retrato».

No solo la unión del ser humano con el animal es representada en el trabajo de Caron, sino que la unión entre fotografía y pintura dota a la obra de un mayor sentimentalismo y realismo, proporcionando a cada retrato una identidad única. Un pez, un zorro o una foca nos ayudan a entender un poco más a la persona que está tras la máscara, siendo capaces de interpretar perfectamente el gesto y el pensamiento tras de sí.

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