Una de las finalidades que busca la antropología es transmitir la herencia cultural de un lugar. Tanto las costumbres, las tradiciones, el folklore, la forma de vida, el estilo de vida, las historias del lugar, … aportan su granito de arena para conocer la diversidad cultural de un grupo social. Dentro de una familia, ese conjunto de elementos se van transmitiendo de padres a hijos a través de las sucesivas generaciones. Somos lo que hemos vivido. Y aunque el medio externo va condicionando esos elementos, estos nunca desaparecen.
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Cada día, ya sea a través de imágenes, sonidos o textos, parece que todo lo que tenga que ver con ecología, o alguno de sus derivados, ha llegado para machacarnos. Y escribo machacarnos, porque no paran de mostrarnos, o intentar demostrarnos, las bondades de un mundo sostenible. Todo eso estaría muy bien si, al menos en principio, el 100% de la humanidad estuviese “concienciado” sobre el tema. Pero cuando vemos que son los países con mayor tasa de natalidad los que siguen consumiendo energías que, ahora por lo visto, resulta que no eran tan ecológicas como pensaban hace veinte años, pues no tiene ningún sentido. Lo primero porque si los que más contaminan no van a reducir su tren de polución, por mucho que hagamos el resto, la naturaleza seguirá siendo un caldo de cultivo de animales y plantas “envenenadas” con esos residuos que producen. Ya nos gustaría ver a alguno de esos personajes tan famosos que luchan contra el llamado cambio climático plantarse delante de algún alto representante de alguno de esos países tan contaminantes y decirles a la cara aquello con lo que nos quieren hacer comulgar. Falta valentía, arrojo y honestidad. Lo segundo, que las alternativas no están lo suficientemente desarrolladas, en ninguno de los ámbitos, como para dejar de consumir o usar determinados productos de un día para otro. A ver cómo convences a una masa de X millones de personas acostumbrados a un determinado estilo de vida porque te viene bien cambiarlo según ciertos intereses o criterios. Lo tercero, que esas alternativas solo parece estar al alcance de determinados bolsillos. Y lo que no se han parado a pensar ¿qué puede pasar si las personas empiezan a perder poder adquisitivo? Mejor no pensarlo… Lo cuarto que, por mucho que nos empeñemos, el hombre ha consumido combustibles naturales desde el inicio de los tiempos en que se utilizó la madera para hacer fuego para sobrevivir. Y eso es lo que seguirán haciendo todas las generaciones venideras: sobrevivir, utilizando todos los recursos naturales a su alcance. Porque incluso la tecnología “verde” que se nos vende también sale de la naturaleza.

Desde hace unos años se ha puesto de moda transformar espacios destinados a otros usos en viviendas. Una tendencia que parece haber ido in crescendo. Ya no sólo en España si no, también y mucho antes, en el resto de países europeos. Desde naves industriales, pasando por espacios comerciales, oficinas, graneros, establos, refugios… el abanico de posibilidades parece no tiene límites. Y, por lo visto, no va a desaparecer por algún tiempo.

Uno de los elementos que hace de la arquitectura una herramienta dinámica y práctica es la búsqueda de soluciones ante problemas de construcción. En este terreno, el apoyo y ayuda de la figura de los ingenieros es clave. Desde que existe la civilización, en torno a la aparición de núcleos urbanos definidos y amplios, la capacidad de respuesta ante la aparición de elementos externos que pueden poner en peligro la existencia y la forma de vida de un asentamiento ha sido clave para la supervivencia. Uno de los ejemplos más claros es la búsqueda de vías factibles para hacer que las construcciones puedan permanecer en pie ante las inclemencias de la madre naturaleza.