Uno de los primeros lugares donde aprendemos a socializar, a trabajar, a vivir en comunidad, a divertirnos y a jugar es en el colegio. El lugar donde se tiene la primera toma de contacto con el mundo marca una profunda huella en el devenir del ser humano. Las experiencias, buenas y no tanto, van ayudando a forjar una personalidad que definirá al futuro adulto en todos sus ámbitos. Es allí donde el niño interiorizará todas las normas sociales y de comportamiento que luego desarrollará en un futuro como adulto. Todo y cada uno de los elementos que lo componen tienen un significado más profundo que ni podemos imaginar. El edificio en sí, los profesores y los compañeros formarán parte del recuerdo del adulto, ya que parte de su vida ha transcurrido entre esos muros conviviendo con todos ellos. Y si la mayoría de esos recuerdos son positivos, el adulto será un individuo sano en su relación con todo lo que le rodea en el mundo. Y Atelier Vens Vanbelle ha obrado un pequeño milagro arquitectónico para que un colegio, en particular, sea un recuerdo positivo para la familia que lo habita.

Cuando los dueños de la vivienda adquirieron la casa en la ciudad de Gante no pensaron que una antigua escuela podría convertirse en el hogar de sus sueños. En principio, el principal reto era conservar la fachada original del Cemeente School. Este aspecto había hecho desistir a sus posibles compradores, ya que el edificio está considerado Patrimonio Nacional de Bélgica. La firma de arquitectos Atelier Vens Vanbelle estuvo estudiando en profundidad las características del edificio y la forma de poderlo adaptar a una cómoda vida hogareña del siglo XXI. Y consiguieron estructurar el interior de una forma inteligente para poder sacarle el máximo espacio útil posible.

Para ello, la firma belga optó por dividir el espacio en torno a la configuración de las tres ventanas principales de la fachada. El primer espacio contiene así un recibidor bastante amplio que da la bienvenida a la casa, el segundo espacio recoge la cocina y el tercero alberga un estudio. Una vez superado el primer obstáculo, quedaban un par de ellos más. En principio, las ventanas están dispuestas a una altura mayor de la habitual en las casas de primera línea de calle y su anchura está por encima de lo normal. Por otro, había que levantar una segunda planta para distribuir mejor el espacio.

Las ventanas se utilizan como elemento articulador de todo el edificio. Así, para superar el segundo problema, la cocina y el estudio se construyeron al nivel de la altura de las ventanas pero en desnivel con el salón. Estos tres espacios, la cocina, el estudio y el recibidor confluyen en un salón abierto que da al jardín interior de la casa. Este espacio se entiende que está dispuesto al nivel de calle, junto con el recibidor. Además, este salón abierto sigue la estructura de la fachada principal al distribuir la pared que da al jardín con dos ventanas y una puerta simétricas a la original.

Con todo ello, debajo de la cocina y el estudio se crea un espacio para almacenamiento, que además se utiliza como lavadero. La parte curiosa de esta estructura es que la escalera de acceso se encuentra camuflada entre el recibidor y la cocina. Esto también ocurre con la escalera que lleva al piso superior.

 

Para articular la planta superior, la fachada había que preservarse sin ninguna opción de cambio. Atelier Vens Vanbelle  optó por crear una amplia cristalera, como espacio distribuidor, que comunica el pasillo para permitir la entrada de la luz solar, gracias a la instalación de una claraboya de cristal en el techo. Todo ello responde a la necesidad de luz exterior de la habitación principal, la única junto con el baño que da a la calle principal y no consta de ventanas, sólo dos óculos superiores, cuyo único fin es respetar la fachada antigua del lugar. Así, la claraboya y la cristalera, junto a las amplias ventanas de la planta principal, permiten una mayor claridad interior que se ve ampliada por el color blanco que decora las paredes tanto interiores como exteriores.

Al interior, la decoración intenta dar una sensación acogedora y muy distanciada de la idea de escuela que albergaba anteriormente. La mezcla de elementos industriales, como las paredes de ladrillo o la viga de construcción dan un aspecto más decimonónico, en homenaje a la construcción del edificio. El techo en madera de roble, la tarima del mismo material y las paredes blancas construyen un espacio más abierto e, incluso, aireado. El piso superior tiene un aspecto más cálido, tanto por la luz que llega del exterior como por el empleo de la madera. El baño se articula en dos espacios bien diferenciados: por un lado, la bañera, separada del resto, buscando la intimidad; por otro, los lavabos y el wc.

El jardín trasero destaca por el ambiente agradable que crea el espacio articulado y el cobertizo de paredes de espejo, que le dan un aire moderno y diferente.

Lo que parecía en un momento algo complicado y difícil de llevar a cabo, se convierte en un hogar cómodo, práctico, moderno, diferente, luminoso y bien distribuido. Con todas estas fantásticas características, ¿les gustará a los niños vivir en un “colegio”?

Los profesores cuentan sus anécdotas diarias a través de cuadros clásicos y gifs de Disney