En ocasiones los trazos artísticos han gritado con más intensidad que las propias palabras. A veces el arte trasgrede su función estética y decide extralimitarse para abrazar una causa social: entonces decide dar forma, materializar y moldear ideas, principios y valores, brindando obras con una sensibilidad especial que se convierten en experiencias únicas.

De sobra es conocida la movilización social contra la ley antigay rusa que decidió someter la homosexualidad a la clandestinidad, la oscuridad y el silencio. Putin ha oficializado la homofobia al convertirla en norma legal y lo ha hecho desde la falsa legitimidad de un Estado que no muestra rubor alguno cuando predica su intransigencia. Bajo la indignante denominación de “propaganda” gay  prohíbe la libertad sexual y utiliza para ello lo que sí es una bochornosa propaganda: pretende justificar esta ley bajo el supuesto amparo de unos menores a los que, según parece, quiere “proteger” de la homosexualidad pero no de la intolerancia.

Lienzo de Konstantin Altunin

Lienzo de Konstantin Altunin

Las diversas agresiones que se suceden ante un Gobierno permisivo que mira para otro lado y las declaraciones del ministro de deportes ruso recomendando a los atletas extranjeros homosexuales de las próximas Olimpiadas de Sochi que evitaran manifestar públicamente comportamientos sexuales “no tradicionales” han indignado a la sociedad.

El mundo del arte no permanece ajeno esta situación, bien como altavoz de denuncia o bien como víctima de esta persecución. La directora del Museo del Poder de San Petersburgo, Tatiana Titova, fue detenida por la policía por exponer un lienzo del artista Konstantin Altunin en el que se mostraba a Vladimir Putin en ropa interior femenina.

Muchas son las voces que han alzado para defender de la libertad y el respeto a los Derechos Humanos y, en concreto, del colectivo LGTB. Esta inquietud fue la que guió los pasos de la ilustradora Anna Goodsen hasta llevar a cabo un proyecto tan artístico como comprometido: ofrecer la ilustración como vehículo para defender la diversidad. “Estuve destrozando mi cerebro para tratar de encontrar una manera de hacer una declaración y, posiblemente, una diferencia. Dado que la Ilustración es una gran parte de mi vida, tuve una idea”, así explica cómo surgió esta iniciativa: contactó con sus colegas y la respuesta no se hizo esperar.

La implicación de estos artistas en las creaciones que idearon es manifiesta; hacer un mundo más tolerante fue una buena musa de inspiración y basta contemplar sus obras para percibirlo. Estas ilustraciones logran plasmar con gran sencillez valores de enorme relevancia.

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Algunos de ellos han optado por defender la libertad sacudiendo la misma esencia rusa, con la utilización de símbolos patrios, culturales y de la conciencia colectiva. Otros, recurren al histórico emblema ruso, el oso pardo, que es fiel protagonista en muchas de ellas. De hecho hay que recordar al célebre osito Misha, diseñado por el ilustrador soviético Viktor Chizhikov, y que curiosamente se convirtió en 1980 en la primera mascota de unos Juegos Olímpicos.

Una bandera rusa que se torna multicolor o lemas como “El amor siempre gana” son algunas de las propuestas. En otras originales ilustraciones, las muñecas rusas, el Kremlin y el propio Putin alcanzan una nueva dimensión al impregnarse de la riqueza cromática del arco iris.

Otra iniciativa artística comprometida tiene su epicentro en la provocadora La Petite Mort Gallery de Ottawa, que ha invitado a los creadores a enviar las imágenes que desafíen la homofobia rusa. Esta galería, que se autodefine como “una oda a la diversidad ecléctica”, pretende crear un espacio para la exploración del arte desde una rebelde visión que favorece curiosas y frescas creaciones, en esta ocasión, volcadas en la defensa de los derechos humanos.

El arte también es compromiso y ésta es la prueba. La igualdad, la tolerancia o la diversidad adquieren si cabe aún mayor trascendencia cuando vienen de la mano de la belleza, la creatividad y el ingenio artístico.