Cualquier ciudad por la que se pasea llama la atención por los edificios que la integran. El pasado histórico y artístico se deja entrever través de callejuelas repletas de construcciones que son símbolo de una época, un estilo y una sociedad que habitó y dejó transcurrir su vida en el casco antiguo de cualquier municipio europeo. A través de ellos, se recoge un legado que se transmitirá a generaciones venideras y que, gracias a muchos libros y tratados, conocerán y estudiarán. Es cierto que no abundan los tratados artísticos de épocas pasadas a nivel nacional y hay que recurrir a artistas o tratadistas de otros países para poder conocer técnicas y materiales que se emplearon y que dan vida a muchas grandes obras que en la actualidad se pueden visitar. Uno de esos artistas que recogieron a través de varios tratados estudios, apuntes, explicaciones y, por qué no, mejoras para la arquitectura fue el gran Andrea Palladio.
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Muy conocidas son las llamadas «villas palladianas», una tipología de villa de recreo que las clases altas de la sociedad italiana solían encargar a las afueras de las ciudades como lugares de descanso, ocio y entretenimiento. Gracias a sus tratados se pueden conocer, con todo lujo de detalles, todo el planteamiento de la construcción con todas sus soluciones técnicas y que tiene como resultado final la recuperación de la arquitectura romana adaptada a las necesidades de la sociedad del siglo XVI y con una novedad que está muy de moda en la arquitectura contemporánea: adaptar e integrar el edificio al entorno natural en el que se ubica.
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Sin embargo, hoy día se puede apreciar que la arquitectura busca más que nunca innovar y ser diferente a todo lo anterior, rompiendo así con la idea palladiana de recuperar las soluciones y técnicas del pasado (practicadas, estudiadas y ensayadas hasta la saciedad) y que tan buenos resultados han dado y dieron en su momento. Sólo hay que comprobar cómo la mayoría de los monumentos de nuestro pasado,más reciente o más lejano, han llegado a nuestros días en su práctica totalidad. No obstante, resulta peculiar como en ese afán de «ser original por encima de todo» hay arquitectos que se dejan llevar por un arrebato de creatividad tan tremendo que habría que aconsejar a Las Musas responsables que no volcaran con tanto afán sus dones y los repartieran con mesura y medida entre el resto de los mortales. Por ello, el artículo de hoy quiere recoger algunos de esos «arrebatos de creatividad» que, a ojos de un simple mortal, resultan excesivos y carentes de lógica alguna y habría que recordar a más de alguno que no hay que romper estrictamente con el pasado, porque es la fuente de conocimiento que da soluciones a muchos de los problemas técnicos que se plantean en muchas construcciones actuales.
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Así que, como la época estival manda, la primera parada de este estrambótico viaje tiene como objetivo la ciudad de Alicante. En esta tierra de íberos, el arquitecto Alfonso Navarro ideó la construcción de un edificio de viviendas un tanto peculiar. No se sabe bien si es una mezcla de pirámide o de quesito del Caserío con los famosos blocks con los que de niños algunos de los lectores solían jugar en el parvulario. Obviamente, le faltaron piezas para terminarlo. El resultado final deja al observador con la incertidumbre si el faraón Keops será capaz de recaudar más impuestos para que los obreros egipcios terminen esta “casi” colosal vivienda, aunque posiblemente no la empleara como morada del Más Allá.
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A veces, resulta curioso que casi la totalidad de los concursos para diseñar los proyectos de las viviendas sociales tengan como resultado los edificios más raros de todo el panorama urbanístico español. Debe ser que para las viviendas “privadas” se eligen arquitectos tirando a más clásicos o convencionales que emplean materiales, técnicas y diseños menos innovadores. Sin salirse de la capital, y mirando hacia el Norte, el popular barrio de Sanchinarro cuenta con uno de estos edificios dignos de estudio. Bautizado como Edificio Mirador, el estudio neerlandés MVRDV y la arquitecta Blanca Lleó intentaron “compactar” unas 156 viviendas en un proyecto sacado de las construcciones de LEGO. Eso sí, para que no pasen calor sus habitantes disfrutan de una hermosa abertura en la parte superior para que “corra el aire”, no vaya a ser que entre tanto compactar y los colores empleados al exterior, a sus habitantes les dé un síncope por la impresión.
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Dentro de esta categoría de “viviendas sociales”, se pueden encontrar diseños tipo “tetris”. Un buen ejemplo podría ser el Edificio Walden, diseñado por el archiconocido arquitecto Ricardo Bofill. La idea original no tiene desperdicio: crear un conjunto en forma de laberinto de tres bloques con un patio común y que tenía que ser fruto de una nueva concepción psicológica del medio urbano, alejada del elemento técnico y especulativo que se da en este tipo de construcciones. Habría que recordarle al señor Bofill que, muchas veces, la teoría no tiene nada que ver con la práctica, incluso también en el campo de la arquitectura. Al final, sólo se llevó a cabo la construcción de uno de los bloques de edificios que, poco tiempo después de su inauguración, empezó a perder parte de los elementos que terminaron desprendiéndose del mismo. Con ello, no estaría mal recordar tanto a promotores como arquitectos que, aunque esos edificios sean vivienda social, están destinados a albergar personas en su interior, no a conejillos de indias.
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Por último, en el ranking del domingo de hoy, no hay que olvidar esos edificios construidos para atraer al culto a las almas cristianas. Construida en los años 70, la parroquia de Santa Mónica, en la ciudad de Zaragoza, recuerda un poco a esa época donde la ficción soñaba con tomar contacto con seres del espacio exterior. No se sabe muy bien si el diseñador era fan de «Star Treck» o de «Encuentros en la tercera fase», pero el edificio recuerda más a una nave espacial que a un lugar de oración y recogimiento. Los cienciólogos deberían pensar en hacer una oferta a la orden de los Agustinos Recoletos por este complejo que, sin lugar a dudas, se convertiría en la sede principal para sus “contactos” con los hombrecillos verdes.
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