¿Tienes miedo? Yo sí.
No sé cómo irán las cosas a partir de ahora pero me he propuesto seguir adelante sin ti.
Sé que tu intención ha sido protegerme, evitar que cometiera errores, pero creo que tengo que separarme de ti. Esta relación me está haciendo daño, ya no es bonita ni sana.
Soy consciente de que una parte de lo que me cuentas siempre tiene sentido pero a veces te siento tan incrustado dentro de las entrañas que creo que te apoderas de todo lo demás. Te apoderas de mí.
Tú te has hecho muy grande y yo muy pequeña.
A veces te alojas en mis costillas y me cuesta incluso respirar, es cuando me visita tu amiga la ansiedad.
No me dejas avanzar, las ideas se convierten en “peros” y las oportunidades en nidos de dudas e inseguridades. ¿Seré capaz? ¿Gustará? ¿Me estoy equivocando? ¿Y si no sale bien?
Pero me he dado cuenta de que no pasa nada por tropezarse, el problema es encariñarse con la piedra.
Y tú eres mi piedra ahora mismo. Por eso he decidido decirte adiós, estás demasiado presente en mi vida y no me dejas ser yo misma. Me bloqueas, haces que me ponga a la defensiva o me enfade sin yo querer.
Quiero pensar en ideas para construir y no tanto en razones para desmontar.
Llevo toda la vida contigo y no sé cómo voy a separarme de ti. Recordaré todo lo que me has enseñado, siempre estarás presente, pero no puedo permitirte seguir haciéndolo de esta forma porque así no es sano vivir. No va a ser nada fácil, sé que a veces te llamaré a gritos, pero te pido que por favor guardes las distancias si de verdad quieres cuidarme.
Quiero poder vivir el presente y disfrutarlo, ser feliz sin preocuparme tanto por lo que digas. Y para eso sólo conozco una solución:
Tengo que despedirme de ti, tienes que dejarme ir para que pueda volver a ser grande.
Es hora de que construya mi vida sin tanto miedo. Tengo que decirte adiós, miedo.
¿Te suena?
El miedo. La sustancia base de todas nuestras inseguridades. La preocupación por el rechazo, por no gustar, por quedarse solo, por equivocarse, por no ser lo suficientemente bueno, inteligente, divertido o guapo. El miedo a la inestabilidad, a fracasar, a decir adiós, a perder a las personas que queremos, (¡ese gran encendedor de los celos!). El miedo, un sentimiento muy conocido que se instala en nuestra tripa y nos aprieta el corazón dejando a nuestro cerebro sin palabras de aliento.
Lo curioso es que este sentimiento acaba provocando aquello que más tememos, porque no nos permite intentar lo que deseamos con toda la fuerza, ya que una gran parte de ella está concentrada en controlar esos pensamientos que nos destruyen y nos incapacitan.
El miedo a ser lo que no queremos ser puede convertirnos precisamente en ello sin querer, ya que de la mano de las inseguridades se nos escapan todas las armas que tenemos, y que como personas nos hacen diferentes, especiales y resilientes.
Tener miedo no es malo, es algo normal que experimentan todas las personas, cumple una función de protección y puede expresarse de muchas formas; está muy relacionado además con la ansiedad, rabia, tristeza… El verdadero problema se pone de manifiesto cuando hace que dudemos con mucha frecuencia de nosotros mismos, paralizándonos, entonces es necesario rebuscar, ver qué es aquello que me hace sentir tan inseguro y cambiarlo. Cuando nosotros asumimos la responsabilidad sobre nuestras emociones, se hace más fácil tomar control y manejarlas.
Si sientes que te invaden los miedos o las dudas, pide ayuda, háblalo con las personas de tu entorno, acude a un profesional, pero sobre todo, habla con tu propio miedo; sí, sí, en serio, como si fuera una persona. No hace falta que lo hagas en medio de la calle dando vueltas de un lado a otro como el vagabundo de la esquina con los pantalones orinados. Manten un diálogo interno, pregúntale qué es lo que le preocupa para que puedas tomar conciencia y actuar de otra forma.
También ayuda tratar de encontrar frases positivas cada vez que te visite uno de estos pensamientos destructivos; por ejemplo cambia un «no sé hacer ni un huevo frito sin quemarlo» por un «esta vez me ha salido mal pero la próxima vez me saldrá mejor», «cocinar no se me da tan bien pero soy un experto arreglando bicis». Cuando cometemos un error en un espacio y tiempo, tendemos a hacer un juicio de valor y generalizarlo a toda nuestra vida: «un hoy metido la pata haciendo x» se convierte en un «soy un desastre y siempre meto la pata». Lo que nos inseguriza y nos crea aún más miedo en el futuro.
Piensa qué te diría alguien que siempre te haga sentir mejor o con más confianza, ese amigo o familiar que siempre nos recuerda todo lo bueno de nosotros, y no pensar precisamente en lo que nos dice ese cuñado tiquismiquis y toca***** en la cena de Navidad sobre el equivocado rumbo que está tomando nuestra vida.
Hay que tirarse a la piscina de vez en cuando si de verdad es algo que nos importa.
Adiós miedo. Hola 2016.
Deja una respuesta